XAVIER DOMENECH
Cada día debemos pedir perdón por más cosas. Debemos hacerlo si tenemos trabajo y queremos unas buenas condiciones laborales y salariales, ya que nuestro egoísmo parece ser la causa de que el número de parados avance en dirección a los seis millones. Cada vez que intentamos mantener el poder adquisitivo de nuestro salario estamos enviando al paro a un puñado de jóvenes que no encontrarán trabajo hasta que aceptemos volver a las reglamentaciones del Londres de Charles Dickens. También debemos pedir perdón si estamos pagando una hipoteca, porque nuestra codicia irracional es la causa de que el sistema bancario español esté más gripado que un motor sin aceite y las empresas no tengan acceso al crédito. Nuestra intolerable osadía del pasado reciente, cuando compramos una vivienda porque nos la dejaban pagar en treinta años y sin entrada, es la causa de todos los ERE de la comarca. Y parece que ahora debemos pedir perdón por querer vivir muchos años, ya que tal veleidad nos llevará a todos a una ruina aún más ruinosa que la presente. La ambición de ver pasar los años y soplar cada vez más velas (con menor aliento) será el motivo de que los actuales infantes no lleguen a jubilarse nunca: comenzarán a cobrar la pensión a los 80 años, pero será tan pequeña que deberán ir buscando trabajitos para llegar a fin de mes.
No lo decimos nosotros, lo dice el Fondo Monetario Internacional en un estudio prospectivo, en el que habla abiertamente del "riesgo de que la gente viva más de lo previsto". ¡Inquietante! ¿Quién ha previsto cuántos años teníamos que vivir? Las estadísticas, naturalmente. Las actuales proyecciones de Naciones Unidas son que cada año se gane un mes de esperanza de vida, pero en el FMI especulan con que la ganancia sea más elevada. ¿Qué pasaría si fueran dos meses cada año? Pues que sumaríamos un año por cada seis que pasaran. Un año más de cobrar pensiones. El FMI y su directora son claros: esto es insostenible, excepto si nos lo montamos de manera que lo estable no sea la edad de jubilación, sino la extensión de su disfrute. Y eso significará que cuanto más vivamos, más tarde nos jubilemos. Los que ahora tienen 35 años ya se pueden preparar para añadir entre tres y cinco años a los 67 que hace poco les establecieron como horizonte. O esto, o incrementar la concentración de sal y de azúcar en la dieta de sus padres, a ver si la hipertensión y la diabetes sobrevenida corrigen los efectos desastrosos de las ciencias de la salud. Pero eso es delito, y también pecado, o sea que vamos a dejarlo. Además, quizás baste con esperar que los recortes sanitarios, esos que nunca son suficientes, se encarguen de poner la esperanza de vida en su lugar.
http://www.laprovincia.es/opinion/2012/05/02/perdonenme-envejecer/454769.html