Luisa del Rosario
(...) Nuestros munícipes se van legando el manual del ordeno y mando, y
Cardona, recogiendo el testigo de sus antecesores, se emperra en
obsequiar a los vecinos de La Isleta con un museo dedicado a Martín
Chirino. Se trata de un uso para el Castillo de la Luz que nadie ha
pedido, salvo, claro está, el propio Chirino y la cohorte formada por
sus allegados políticos a derecha e izquierda y algún que otro
exmandamás mediático hoy venido a menos.
Sería difícil que los vecinos de un barrio como La Isleta, si se les
permitiera participar en un debate sin restricciones, estuvieran de
acuerdo en ceder el histórico edificio para semejante ejercicio de
vanidad, máxime cuando llevan años reclamando para él otro uso, también
cultural, pero más popular. Por eso, Cardona se los cuela sin
preguntarles, como tampoco preguntó Saavedra a los vecinos si querían
una escultura «emblemática» en La Laja o Luzardo si querían un teatro en
el que el escenario se dedicaría más al alquiler para almuerzos y cenas
sociales que para espectáculos.