"Soy cristiana y rezaré también por el alma de quien me ha arrebatado a mi chiquitita". Estas palabras de Lidia Henríquez, madre de Yurena López Henríquez, la joven estrangulada presuntamente por Ayoze R. Gil
el pasado viernes, sobrecogieron el ánimo de todos los asistentes a la
misa funeral celebrada en la tarde de este miércoles en la basílica de
San Juan. Acabada la función religiosa y con un templo prácticamente
lleno, Lidia Henríquez sacó las fuerzas necesarias para
leer unos folios cuyo contenido rezumaban dolor, pesar e incluso
comprensión hacia la familia de Ayoze, al tiempo que, con voz
entrecortada y lágrimas en los ojos, quiso seguir el consejo y la
solicitud del párroco, José María Cabrera, de que no anide odio ni
venganza por la vida de Yurena, violentamente arrebatada con solo 23
años.
Lidia Henríquez,
acompañada en el primer banco por sus familiares, se dirigió a los
presentes desde uno de los atriles del templo y sus palabras iniciales
fueron un avance de lo que sería un discurso sobre el dolor, sobre la
convicción de lo que significa para ella ser cristiana, sin arrojar ni
malas expresiones ni malos deseos para quien fuera pareja de su hija
Yurena durante los dos últimos años. En la misma línea que el párroco,
agradeció el apoyo recibido, describió el sufrimiento que ha traído a su
vida la tragedia vivida desde el viernes, pero también recordó que
aunque hay una justicia terrenal, que se encargará de juzgar lo sucedido
a su hija, también recordó que la verdadera justicia la imparte Dios y
que el homicida tendrá que soportar para siempre las consecuencias de
sus actos.
Rezará, dijo, por el alma de quien le ha arrebatado a
su chiquitita, no albergará ni rencor ni deseos de venganza, y tendrá
como uno de los mejores regalos de su vida, de lo mejor que le ha
pasado, a sus dos hijas y a su nieto. Una intervención que realizó casi
siempre con entereza, donde quiso que el concepto de la espiritualidad,
de Dios, estuviese más presente que el de temporalidad terrenal y que
concitó el interés de una audiencia que observaba cómo quien ha perdido a
una hija intentaba mandar un mensaje de superación de las adversidades
basado en unas creencias arraigadas en las entrañas.