MIGUEL HERNÁNDEZ
LAS PALMAS DE GRAN CANARIA
Se hace demasiado complicado. Sonrío en la calle, cuando estoy en casa es otra cosa". Es el testimonio de Carmen Jerez, una desempleada de 51 años de edad que, desesperada, acude a cualquier rincón donde se demande empleo. Su vida profesional la pasó como personal de limpieza, aunque también ha trabajado 24 meses en la construcción. Tiene tres hijos que, como ella, buscan empleo. "El drama es muy grande. Cuando me levanto por las mañanas tengo ganas de seguir durmiendo para que pase el día lo antes posible", confiesa, aunque posteriormente se recompone tras embargarle la desilusión: "Hay que salir adelante y no estar echando lágrimas", confiesa.
Esta historia se repite, con amargos matices, en miles de hogares del Archipiélago. Son 99.986 los canarios por encima de los 45 años que buscan un contrato laboral que les devuelva la sonrisa a la que aludía Carmen. La posición de una madre como ella, por encima de la citada edad, se agrava considerablemente si el empleo brilla por su ausencia. El nicho familiar y la obligación de alimentar a sus vástagos son los principales quebraderos de cabeza de este extenso grupo de desempleados (el número total en la comunidad canaria alcanza los 253.629 parados, según datos del Ministerio de Trabajo) donde la carencia de autoestima es un síntoma coincidente. Incluso un 58,9% de ellos estaría dispuesto a cambiar de domicilio con tal de trabajar, según un informe de la Fundación Adecco, en el que también se indica que un 98,2% se emplearía en un sector distinto al habitual durante su vida profesional.
¿Le importaría dejar todo atrás por un contrato? "No, me da igual. Lo importante es encontrar un trabajo", señala sin demora Ismael Hernández, un desempleado de 52 años del sector de la industria al que la espera se le hace interminable. Más de tres años y medio en búsqueda de empleo en los que ha tratado de formarse en otros ámbitos como la jardinería, dan muestra de ello. Sin embargo, su esperanza continúa inquebrantable: "La fe es lo último que se pierde", asegura, aconsejando paciencia y constancia en la lucha.
El actual contexto de crisis económica ha posicionado a este grupo como uno de los principales damnificados sociales. A pesar de que muchos son especialistas en su profesión, no disponen de una homologación de la misma, lo que amplía las reticencias de los empresarios para su contratación. Además, en los Expedientes de Regulación de Empleo suelen ser los primeros señalados por los directivos. Un 93,6% perdió su empleo por esta razón o por despido, por el 3,8% que renunció voluntariamente a su trabajo, y un 2,6% que se ha incorporado al mercado laboral tras estar inactivos.
Estudios
Uno de los principales problemas a los que se enfrenta este grupo de personas es el escaso número de trabajadores con estudios superiores. Tan solo 4.583 (de un total de 99.986) han cursado estudios universitarios o de grado superior, por los 299 que no disponen de ellos, o los 47.521 que no terminaron educación primaria. Con estudios de secundaria el grueso es más amplio, registrándose un total de 37.456 personas. Un 94,6% de ellos, según el informe Estudio Mayores de 45 años en el mundo laboral de la Fundación Adecco, aceptaría un trabajo de cualificación inferior a su formación. Es lo de menos para un colectivo heterogéneo destinado a reinventarse en materia laboral para poder subsistir hasta la fecha de jubilación.