J.H./www.espiral21
El autor, médico especialista en el Chuimi, revela que existen áreas del Hospital Insular cerradas al público que ocupan 2.000 metros. "Se achaca todo a la pandemia"
En septiembre de 2020, en plena segunda ola covid aderezada por el brote intrahospitalario del Hospital Insular de Gran Canaria, que resultó ser el mayor de la pandemia en Canarias, empezaba mi reflexión con las mismas palabras que ahora: “Ya se ha escrito demasiado sobre la pandemia por Covid-19…, por lo que solo quiero plasmar en estas líneas mis sensaciones actuales, en un momento postguardia, sí…, mal momento para escribir”.
Sensaciones que me asaltan de indignación, incomprensión y olvido, de nuevo, pero esta vez más en relación con los gestores sanitarios y políticos. Bastante tiene ya la población con la fatiga pandémica tras casi 2 años, la confusión de los cambiantes niveles de alerta, la intoxicación informativa por mala comunicación sobre las vacunas y la falta de previsión sanitaria (¿la movilidad y aglomeraciones del puente de la Constitución no eran esperables?, un ejemplo).
En plena sexta ola covid, con récord de contagios diarios que parecen imparables tras el mencionado puente, con más del 90% de la población vacunada (y qué daño están causando los del 10% no vacunados), con las nuevas cepas más contagiosas como la Ómicron, mientras agoniza la Atención Primaria, se comenta que el aumento de los contagios no repercute del mismo modo en el incremento de la presión hospitalaria, como antes. Pero este paradigma desgraciadamente no se cumple en el hospital de referencia del área sur de Gran Canaria, con los profesionales trabajando ahogados diariamente en un centro colapsado y saturado crónicamente.
Cuando se han institucionalizado las camas en los pasillos de tránsito en el Servicio de Urgencias (describía una enfermera la situación como “ignominia”), cuando la Unidad de Cuidados Intensivos está permanentemente colapsada con sus 32 camas ocupadas y rebosando los pacientes críticos hacia las áreas de Reanimación, Despertar, CMA y hasta quirófanos (y mientras, la actividad quirúrgica suspendida), desde la Dirección Gerencia del centro y la Consejería de Sanidad se apuesta todo a la ampliación del centro sobre las instalaciones del antiguo colegio universitario (hasta el presidente Torres se ha sumado en declaraciones recientes).
Pero no se han licitado ni las obras de demolición del colegio, porque, sí, se acaban de dar cuenta de que es un edificio inservible, y hay primero que demoler para luego construir. Como botón de muestra, la torre de Pediatría del Materno, en otro edificio separado, que no tiene nada que ver con Urgencias del Hospital Insular para evitar confusiones interesadas, presupuestada y licitada, presenta un plazo de ejecución de 36 meses. ¿Este nuevo parche del colegio universitario saldrá antes de 4 o 5 años?, ¿puede esperar tanto el Hospital Insular y el servicio de Urgencias? Y mientras tanto no hacen nada, sólo, según rumores con fundamento, planear quitarle la planta a las Unidades de Dolor y Cuidados Paliativos para reubicarlos en una ala de menor espacio, con vistas a aumentar 20 camas de hospitalización.
Se achaca todo a la pandemia (como si esta empezase hace décadas) y a un déficit estructural de espacio del complejo. Pero…¡enorme sorpresa!…, ¿y los espacios en el Hospital Insular cerrados e inutilizados existentes, y que parece se pretenden ocultar?
Pues resulta que existe un área antigua de consultas externas, en el ala oeste y de forma semicircular, ocupada ahora por el servicio de Radiología en la planta 1 y por quirófanos en la planta 2, pero con la planta 3, 4 y 5 superiores cerradas. Constituyen más de 2.000 metros, solo el nivel 3 semicircular son unos 800 metros. Argumentan problemas estructurales para no utilizarlos, pero en esa planta 3 con “dificultades estructurales” se encuentran los servicios de Inmunología y Anatomía Patológica, así como despachos de los sindicatos, y en la planta 4 dormitorios de médicos de guardia, por lo que no se entiende mucho.
Con una reforma estructural, menos costosa y duradera que lo del colegio universitario (obra a largo plazo), a lo mejor se podrían crear áreas para camas de transición, cuidados intermedios, media estancia, etcétera, con vistas a desahogar Urgencias.
Pero eso supone escuchar las propuestas de los profesionales, algo que no es el modus operandi habitual de los gestores. Entonces, hace más de un año, terminaba con estas líneas que describen perfectamente la situación actual: “Ni héroe ni mártir, se ha escrito. Aquí solo se pide trabajar, en un contexto excepcional, con condiciones laborales al menos dignas y que aumenten las dosis de responsabilidad de muchos actores en esta crisis sanitaria, pandemia que pasará, y llegarán otras”.
A lo que añado, y unas condiciones dignas y de seguridad asistencial para los pacientes. Y esperaba no cansarme de todo lo anterior, pero ya muestro síntomas de agotamiento, como muchos.
J. H. es médico especialista en Hospital Insular (Chuimi).
(Nota de la Redacción: el autor de este artículo ha preservado su identidad, aunque las siglas son veraces).