domingo, 19 de junio de 2011

Ángel: El amor que se comparte. HOY LE RECORDAMOS. A las 18 h, manifestación, a las 19,30 Eucaristía en Hoya de la Plata


Pensamientos del sacerdote Sergio Afonso Miranda con motivo del primer aniversario de la marcha a la casa del Padre, del sacerdote Angel Rodríguez Hernández

Ha pasado un año de la muerte de Ángel Rodríguez Hernández y muchas veces en la prensa me detengo a leer los obituarios, recuerdos a esas personas a las que con palabras queremos brindar un homenaje. En estos días nos unimos para celebrar la Esperanza que le animó y de la que siempre supo dar razón desde la humildad y sencillez. Que duro resulta decir cosas bonitas de alguien que ha muerto, porque parecen palabras huecas que en el fondo complacen sólo a quien las pronuncia… Pero de todos modos déjenme decir que de Ángel pudimos aprender, quizás tarde, la fidelidad vivida cada día, la austeridad de un religioso del medievo, la sensatez y silencios del hombre canario que era; marcado quizás por los vientos de Lanzarote tierra de volcanes que lo vio nacer, aunque las ocho tierras de estas islas configuraron su talante abierto a la justicia y defensa de todos los pueblos. En estos días de indignados, pactos, asesores y burros volando, está claro dónde estaría su corazón porque él había aprendido del joven de Nazaret que el tesoro en este mundo no está ni con el dinero ni con los poderosos, sino allí donde nos jugamos la dignidad de todos los seres humanos. Un año donde hemos ido revolviendo en los recuerdos, aflorando esos momentos donde una palabra certera, una sonrisa que todo lo iluminaba hacían pasar lo peor y es quizás por aquí donde notamos su ausencia… Pero cierto es que le nombramos, le citamos, lo tenemos acompañándonos en el camino de la Vida queriendo aprender que la muerte (dígase prejuicios, violencias, mentiras, envidias, odios…) sólo genera eso: muerte. Su corazón roto de tanto amor pero agradecido es una llamada a seguir construyendo el mundo posible con el que soñamos.

Y mirando las primeras reacciones y quizás el olvido, podríamos hacernos la pregunta del evangelio: ¿Dónde están los otros nueve?... No sé, aunque a decir verdad uno tiene la “mala sangre” de mirar de reojo por querer encontrar en el camino aquellos que limpios proclaman y ponderan sobre los demás aunque andan muy lejos de quedar sanos… Regresar para ser agradecidos es un buen ejercicio que exige fe en el perdón y compromiso en el regalo que supone saberte en las Manos llenas de misericordia y eso genera una fe que libera, que cura, aquella que le hizo tanto bien al leproso agradecido. Cierto, esto es lo que me permite seguir caminando cada día, no mirar de reojo, sacar de mi corazón los prejuicios, la soberbia de creerme mejor que nadie, la mentira de pensar que no tengo fallos, la prepotencia de condenar a diestra y siniestra; sólo así su muerte, la de Ángel, las muertes, se tornan vida nueva, más intensa porque el amor todo lo hace nuevo. Por mi parte, tengo el privilegio de tener dos ángeles a mi lado, mis dos hermanos: uno de sangre y otro en la fe.

Sergio Afonso Miranda