En las Jornadas de Pastoral de la Salud celebradas en Tafira el Dr. Marcos Gómez Sancho se llevó un doble aplauso. Dos aplausos alegres si bien el segundo algo más profundo. El primero fue por ser su santo. La espontaneidad de las reuniones de Iglesia (tan distintas de la parafernalia antigua de la Academia) hizo brotar el “feliz, feliz en tu día, amiguito que Dios te bendiga…”. Esperemos conservar esa frescura.
El aplauso final estuvo más tocado por la conmoción que sugiere el profundo, sereno, científico y poético desgranar de ideas de Marcos Gómez, que sin dejar de ser doctor, va dejando aflorar la persona, el cuidador, el enfermo, el amigo que es.
Comenzó sus reflexiones sobre el morir recordando que sólo el ser humano es consciente de la muerte, el animal no. Eso es bastante claro pero su mirada certera nos hizo descubrir que para el ser humano “según van muriendo los amigos es más fácil morir”.
A continuación planteó el drama que supone para muchos morir con exceso de atenciones de maquinas y defecto de atenciones humanas. Lope de Vega decía: “Dichoso el q muere en su casa”. Mediante una foto de madre rodeada de niños nos recordó que así se muere mejor que en el hospital.
Gómez Sancho advierte del exceso de medicalización del nacimiento y la muerte. Es la obstinación terapéutica. Cita datos estremecedores de una tesis doctoral referida al uso excesivo de tratamientos muy fuertes en pacientes con cáncer muy avanzado. Para el doctor es malo para los pacientes (por el sufrimiento) y para el sistema (por el coste). Recordando a Mafalda citó una frase cargada de sentido: “Hay q saber poner el punto final”.
Sobre el uso de medicamentos recordó los enormes intereses de la industria. Puso como ejemplo que retrasar el uso de las sulfamidas año y medio supuso más de un millón de muertos por una pelea entre multinacionales.
Defiende Marcos Gómez que es muy importante saber cambiar el tratamiento cuando ya no se puede curar. Llegado ese momento hay que saber cuidar. Un viejo aforismo médico dice que “no todo lo que se puede hacer se debe hacer”. Explicó que en la práctica se hace demasiado para retrasar la muerte. “No hay nada que hacer siempre es falso”. Se puede, nada menos, ver como se va a vivir cuando ya no es posible la curación .
Con suavidad y firmeza denunció que en los entornos hospitalarios “los familiares son incómodos pero hay que recuperar a los familiares porque son esenciales, son los mejores cuidadores y -además- también deben ser cuidados”. Recordó que el que cuida hace mejor el duelo.
A continuación habló de los “Voluntarios para la soledad”. Nada tememos más que morir solos. Se le tiene más miedo que al sufrimiento y la muerte. En algunos países ya hay un Ministerio de la Soledad y ya se lo plantea la Comunidad de Aragón.
Los Auxiliares de enfermería son mucho más importante de lo que se les considera. “Para el que vive en la cama las sábanas arrugadas, o unas migas que se cayeron, pueden ser muy importantes” . Si el personal sanitario no ama se perjudica a la humanidad y la autoestima del paciente”. Marcos Gómez defendió con vehemencia que “el amor es esencial, no basta lo farmacológico”.
Pudimos escuchar músicos y testimonios de nuestro tiempo como Shakira (“La despedida”) estés o Carlos Cano; “No hay nada que acerque más a la vida, que rozar las alas negras de la muerte”.
Sabiendo que tenía delante un gran número de cuidadores nos recordó que somos privilegiados porque estamos aprendiendo. Para Gómez Sancho “el que va a morir te reenvía a la humanidad”. Recordó hermosa de Picasso “Ciencia y caridad” y terminó recitando a Tagore: “Sé que en la tarde de un día cualquiera el sol me dirá su último adiós, con su mano ya violeta, desde el recodo de occidente. Como siempre, habré musitado una canción, habré mirado una muchacha, habré visto el cielo con nubes a través del árbol que se asoma a mi ventana”.
Otra reflexión (entre muchas) del ponente: https://antigonahoy.blogspot.com/2019/12/p.html