Las cifras y estadísticas oficiales muestran, sin lugar a las dudas, la manera en la que se están configurando sociedades cada vez más desiguales donde, junto con la existencia de una alta tasa de desempleo crónico, sobresale la cada vez más extendida categoría de los "trabajadores pobres", cuyos contratos precarios no les permiten escapar de la marginalidad.
En este contexto, se está multiplicando otra forma de explotación laboral no encubierta, con la permisividad cómplice de las administraciones del Estado. Se trata, simplemente, de millones de horas de trabajo que no son remuneradas.