Antonio González Viéitez
Santana Cazorla y TUI amenazan que si no se atiende a sus solicitudes (que se tornan así en exigencias), de ampliar camas en el hotel Las Tirajanas, dejarán esa actividad y se trasladarán a Tenerife o a La Palma. Hace pocos días, los famosos rusos de las tropecientas canchas de pádel en Telde, y por parecidas razones, amenazaron con lo mismo. Estamos viendo que todos los inversores tipo bienvenido Mr. Marshall, empezando por los de Tarajalillo, se están apuntando al juego casposo del isloteñismo rampante (nunca mejor dicho) en el Cabildo Insular de Gran canaria, con su presidente fotografiado al frente.
Santana Cazorla y TUI amenazan que si no se atiende a sus solicitudes (que se tornan así en exigencias), de ampliar camas en el hotel Las Tirajanas, dejarán esa actividad y se trasladarán a Tenerife o a La Palma. Hace pocos días, los famosos rusos de las tropecientas canchas de pádel en Telde, y por parecidas razones, amenazaron con lo mismo. Estamos viendo que todos los inversores tipo bienvenido Mr. Marshall, empezando por los de Tarajalillo, se están apuntando al juego casposo del isloteñismo rampante (nunca mejor dicho) en el Cabildo Insular de Gran canaria, con su presidente fotografiado al frente.
Los
únicos que faltan por ahora son los promotores del funicular al Roque
Nublo. Que están tardando en la contratación de un efficient coach que
los encamine por el sendero luminoso de cables, torretas y cabinas en
San Borondón.
Y
es verdad. Nos encontramos dentro de ese escenario. Por eso creo que el
último envite de Santana Cazorla merece algún comentario.
Primero. No parece razonable que, en multitud de ocasiones,
las quejas y denuncias contra la burocracia administrativa y la
ineficiencia pública en la gestión del territorio nazcan de la decisión
de querer invertir y hacer cosas justo donde legalmente no se puede, en
vez de hacerlas sencillamente donde está prevista su posible
localización. Esta especie de pandemia solo puede entenderse porque,
simplemente, lo que se quiere es utilizar un territorio del que uno ya
es o se ha hecho propietario. Y es fácil imaginar las formidables
posibilidades de especulación, por la vía del archiconocido cambio de
uso que tiene un determinado suelo.
Segundo.
Una vez que alguien, en este caso Santana Cazorla que, además arrastra a
TUI, decide plantear una inversión de ese tipo, le es de enorme utilidad
agarrar por los pelos el extenuante fantasma del pleito insular. Porque
"¿sabe lo que le digo? Que si ustedes se empeñan en no dejarme hacer mi
santa voluntad, los mando a freír bogas al Toril, y me mando a mudar a
Tenerife..." Y se agarran a ese fantasma porque conocen al dedillo la
inmediata reacción de las autoridades insulares de turno. Hay que
subrayar que el señor Bravo de Laguna ya puso las pilas a toda Gran
Canaria (igualito que si fuéramos un caniche de peluche) y no va a
permitir ningún despojo ni ninguna huida a Tenerife. Porque si, como en
la Eurovegas Madrid de Adelson, hace falta cambiar las reglas, las
normas y lo que sea para no perder la inversión, se hace y en paz.
Porque la única cosa que no se puede permitir es que la inversión se
marche a Tenerife. Al margen de cualquier otra consideración, y en
nuestro caso Santana Cazorla, va a tener patente de corso para hacer lo
que le dé la gana.
Tercero.
Es precisamente en este tipo de conflictos donde se muestra, en toda su
perversidad y capacidad de destrucción, la propuesta de transferir
todas las competencias sobre el territorio a los Cabildos Insulares.
Porque,
fíjense ustedes, si esas competencias pasan al nivel insular, cualquier
Santana Cazorla con suficiente potencia económica, puede poner a bailar
al Cabildo al son y con la música y la letra que él quiera imponer.
Así, las inversiones se convertirían en subastas. Y todos los Cabildos
competirían entre sí, y por supuesto a la baja, para que la dichosa
inversión se localizara en su isla, y al margen de cualquier otra
consideración. Y eso llevaría a que Canarias, la sociedad canaria en su
conjunto, dejada en manos de los mercados insulares del territorio,
quedaría imposibilitada para constituirse como una unidad política, como
una nación si queremos.
Es
por todo esto que las competencias sobre el territorio tienen que
continuar siendo canarias, globales en el archipiélago. De tal manera
que ningún Santana Cazorla pueda plantear eso de que "si usted no me
deja hacer lo que yo quiero, me voy a Tenerife y usted se va a
enterar..." Simplemente porque si algo no lo pudiera hacer en Gran
Canaria, tampoco lo podría hacer en Tenerife ni en ninguna otra isla.