Este lavadero de coches improvisado lleva funcionando más de cuatro años entre los concesionarios de las principales marcas automovilísticas. Como en todo polígono industrial, la zona es fea, sucia y ruidosa. Está llena de personas que en su mayoría sólo transitan por él para ir o venir del trabajo. Un paño y un cubo de agua con jabón son las herramientas básicas de todos los limpiacoches. Trabajan rápido y, a primera vista, lo hacen bien.
La procedencia de todos ellos es muy diversa: Malí, Senegal, Nigeria… Pero si algo tienen en común es la situación de ilegalidad en la que se encuentran viviendo en nuestro país. Ello les impide obtener un trabajo de calidad. "Esto no es un trabajo", dice Essa Jassey, de 23 años y nacido en Gambia, señalando el coche que está limpiando. Aunque la tarifa varía, suelen cobrar una media de diez euros por coche -cinco si es sólo por fuera-.
E.S. dice que es la primera vez que trae el coche a que se lo laven, aunque el novio lleva 4 años llevándolo. Aquí le cobran 10 euros y eso les supone un ahorro y una comodidad.