DANIEL MILLET / CANDELARIA
Esto es el Guantánamo de Candelaria". "Cho Vito es un estado de sitio". "Esto es una vergüenza". "No dejan entrar a algunas de las familias que han salvado por ahora sus casas". "Esto es un atropello intolerable". "Algo así no se veía desde que terminó el franquismo". Las muestras de indignación no cesaron de resonar después de que el martes las palas accedieran por primera vez al poblado pesquero de Cho Vito para acabar con todo... por las malas. Mientras en horas ininterrumpidas de debates en las ondas se repartían heroicidades y denuncias, quien firma esta crónica se acercó hasta allí el jueves, preguntó por Tomás y entró sin ni siquiera mostrar la acreditación. Eso sí, la primera impresión tenía cierto aire a Palestina: control policial, un estrecho pasillo entre casas de autoconstrucción arremolinadas como única forma de acceso, escombros que separan en dos grupos a las casetas que aún sobreviven, vallas que delimitan la zona por la que se puede transitar, habitaciones desnudas al mar a falta de su destrucción total...