LEONARDO RUIZ DEL CASTILLO
Dos ayer, cinco anteriormente, ocho en otra ocasión... Cincuenta... cien... ¿a quién le importa?... No hace mucho, este pueblo canario, tan sensible, tan solidario, tan humano, se echaba las manos a la cabeza horrorizado, porque llegó a nuestras costas una patera de inmigrantes con uno, cadáver, a bordo. Pude ver a muchas personas llorar de impotencia ante ese hecho. ¿Hoy?... pues nada. A lo sumo un breve comentario compasivo: "¡pobrecitos, qué mal lo habrán pasado en ese Océano!..."Aún veo cientos de pegatinas en vehículos, paredes y otros lugares, con la inscripción: "¡no al puerto de Granadilla!"; pero aún estoy por ver una sola en la que diga: "¡no más muertes en el Océano!". Se han hecho dos grandes manifestaciones en nuestra Capital en los últimos tiempos: una en contra del tendido eléctrico por los montes de Vilaflor; y la otra, en contra del puerto de Granadilla. ¿Cuántas se han llevado a cabo exigiendo soluciones para las personas que arriesgan sus vidas en la travesía del Atlántico? Convenzámonos de que los lamentos personales de muchas personas de bien y en el silencio interno de su ego, no es suficiente para lograr acuerdos entre los gobiernos que tienen la potestad de paliar este éxodo hacia la muerte y la incertidumbre, de miles de personas de nuestro entorno vecinal. Sin tener en cuenta, por obvio, algunas voces (afortunadamente pocas) que dicen: ¡que se jodan... que no vengan!...- ¿Por qué viniste? -le pregunté a un inmigrante de apenas 18 años.- Porque quiero vivir... y quiero que vivan mis padres y mis cuatro hermanos más pequeños... Porque creo que tengo derecho a trabajar como cualquier otro ser humano del mundo... Porque no quiero morir con 40 o menos años, como en mi país. Allí pasan los días sin apenas nada que llevarte a la boca y sin saber qué pasará mañana... -me respondió.Esos jóvenes tienen una idea fija en su mente: la travesía del Atlántico hacia el futuro, hacia el bienestar de ellos y de sus familias, hacia el progreso, hacia una vida mejor... Vida que puede truncarse con una muerte prematura, en ese arriesgarla por su afán de progreso... Y, con suerte, llegan aquí. Llegan exhaustos, moribundos, algunos deshidratados y al borde de la muerte, incluso con algún cadáver en el cayuco, de quien no consiguió su objetivo... Agua, comida, mantas, atenciones médicas, calor humano... caras de haberlo pasado muy mal; caras de alegría y asombro; ojos de sorpresa e incertidumbre... Mañana, internados en un Centro de Retención; pasado mañana... deportación... ¡Vuelta a empezar!...Mientras, los gobernantes de esos países del mal llamado "Primer Mundo", se enzarzan en discusiones, diatribas, reuniones... Cientos y un acuerdos que mueren en los buenos propósitos de un papel con unos párrafos muy bien redactados... Pero eso: buenos propósitos; y, finalmente, negro-cayuco-costas de España-internamiento-deportación... Y de nuevo, negro-cayuco... ¿Cuántos años llevamos así?...