Santa Lucía, 29 de Diciembre, 2010.
Ciertamente Camilo tenía muchos amigos. La mayoría con tantas, o más, razones y argumentos que yo, para evocar a Camilo en esa dimensión, que muchos pensadores señalan como la más importante del ser humano: la amistad.
Decía Aristóteles -Ética a Nicómaco-, para subrayar la primacía de amistad sobre todas las virtudes: “Si los hombres son amigos, no hay necesidad de la justicia; pero aunque los hombres sean justos, sí tienen necesidad de la amistad.
Y entre los justos, el más justo de todos, más deseoso de amigos se muestra ser”.
Seguramente porque estaba entre los más justos, Camilo tuvo muchos amigos, como se demuestra hoy aquí, diez años después de su muerte.
No voy a hablar de mi amistad con Camilo. Creo que es impúdico. Dice Nietzsche que “La amistad no guarda silencio, más bien es guardada por el silencio”.
Tampoco voy a teorizar sobre la amistad, esa cualidad humana que desde la antigüedad y durante siglos ocupó a filósofos, y más recientemente, pero menos, a psicólogos, sociólogos …
Tan sólo permítanme señalar una cuestión: prácticamente todas las relaciones de los seres humanos están reguladas, de alguna manera, por las leyes. No sólo las relaciones comerciales, las sociedades,…, las relaciones de camaradería que nos llevan a formar un equipo de futbol o una asociación de vecinos.
También el matrimonio, las relaciones paterno-filiales… Pero las relaciones de amistad se escapan de la regulación de cualquier ley: no hay nada externo que establezca cuando empieza o termina una amistad, cuánto de amigo se es, o qué calidad tiene esa amistad.
Este hecho pone en evidencia el carácter más peculiar de la amistad respecto a otros tipos de relación humana: no existe amistad sin libertad. Sin una decisión libre no se mantiene una amistad.
¿Eres un esclavo? Entonces no puedes ser amigo.
¿Eres un tirano? Entonces no puedes tener amigos.(1)
Libremente muchos de los que estamos aquí, y otros muchos que no están aquí hoy, pero que mantienen a Camilo en su recuerdo, decidimos –un poco sin saber cómo, ni exactamente cuándo empezó-, compartir una relación de amistad con Camilo. ¿Por qué Camilo ha tenido tantos amigos? Quisiera hacer una reflexión en voz alta acerca de algunas características sobre su modo de relacionarse con los demás, buscando explicar cómo sostuvo una relación de amistad con tanta gente.
Primera característica. Su capacidad de escucha.
En esta sociedad en la que nos ha tocado vivir cada vez estamos más ocupados, multiocupados. La mentalidad de consumo, el esquema que tal fácilmente introyectamos de “usar y tirar” , impregna también el mundo de las relaciones interpersonales y entre ellas el de las relaciones de amistad… Y esta dispersión tiene como primera víctima al que se dirige a nosotros. Somos “educados” y “parece que” le escuchamos, pero en realidad solo le oímos. Mientras nuestro interlocutor habla, en el mejor de los casos le miramos; pero tenemos la mente en otras cosas, o estamos preparando la respuesta que tenemos que darle. Pero con frecuencia no le escuchamos.
Camilo escuchaba. Quien, rompiendo los tópicos de encontrarse con una figura impermeable y antipática, quería dialogar con él, acababa con la satisfacción de que había sido escuchado, y de que se había producido un encuentro. Esta es una de las claves para propiciar la relación de amistad.
Segunda característica. Su franqueza.
Que Camilo escuchara no quiere decir que se identificara sin más, o que estuviera de acuerdo con lo que oía. Todos los que tratamos con él tenemos experiencia de eso. Camilo era de convicciones firmes y expresaba con sinceridad y claridad, a veces con rotundidad, sus ideas y planteamientos. Manifestaba con naturalidad el desacuerdo, lo razonaba y argumentaba. No escondía con el silencio un falso asentimiento. No disimulaba sus principios, ni se andaba por las ramas para evitar el conflicto. Se manifestaba como era.
Junto con la capacidad de escucha, la sinceridad abre vías amplias al camino de la amistad.
Tercera característica. El respeto.
Desde el convencimiento de sus posiciones, la mayor parte de las veces, y en algunas ocasiones también desde la duda razonable, era capaz de marcar las diferencias. Camilo tenía claro que para mantener una buena relación con otra persona no había que ser iguales, ni requería pensar lo mismo. Las mejores relaciones con los demás, las relaciones de amistad, se debían plantear desde el respeto a las diferencias del otro. Para él, como para nosotros hoy, esto en ocasiones no era fácil. A veces las diferencias podían parecer insalvables, pero se salvaban…, y, por encima de distancias y aparentes contradicciones, surgían lazos personales de los que nacían relaciones de amistad que, me consta en algunos casos, todavía duran.
Cuarta característica. El sentido común.
No solo en la vida política el sentido común es el más fundamental de los sentidos; también la relación personal con los demás el sentido común es imprescindible para diferenciar entre las cuestiones grandes y las pequeñas cuestiones; y, entre todas, distinguir bien cuáles son las importantes. Camilo tenía esa capacidad de discernir y valorar lo que en cada momento era oportuno, importante o decisivo, y soportaba sin grandes problemas las pequeñas decepciones que eso conllevaba.
Eso le ayudó a alcanzar éxitos importantes en la política, pero triunfos más grandes en la relación de amistad con mucha gente.
Quinta característica. La lucidez.
Es cierto que también los menos lúcidos podemos tener amigos. Pero igual que Aristóteles hablaba de que los más justos podían tener más amigos, creo que del mismo modo las personas con una inteligencia más fresca y más ágil tienen más ventaja en las relaciones de amistad. Tienen más amigos los que logran dar un paso más que la simple convivencia: quienes son capaces de imaginar lo que el amigo prefiere, y le conviene. Los que parecen que te adivinan el pensamiento.
Y Camilo era extremadamente lúcido.
Y sexta, y última, característica. La Camaradería
Hay pensadores que conciben la amistad como una relación que se acaba en una dualidad cerrada; pero la mayoría entienden que la camaradería, sin ser la antesala ni el final de la amistad, es una característica definitiva e imprescindible.
La amistad no cierra puertas.
La amistad se realiza en la consecución de bienes comunes compartidos; no bienes comunes propiedad de dos, sino bienes de la comunidad. La amistad nos compromete en una tarea que no se limita a los amigos, y en la que participan otras personas menos próximas. La amistad se convierte así en un impulso a la tarea comunitaria de mejorar las condiciones de vida de los hombres y mujeres en el entorno en que vivimos: un amplio entorno que comienza en nuestro barrio y nos lleva a actuar solidariamente para que todos los seres humanos de nuestro mundo vivan con dignidad.
Y aquí también, y de manera especial, Camilo nos sigue dando cada día una lección de amistad, de amistad auténtica .
Los amigos están para echarnos una mano. Creo que a través de estas reflexiones, diez años después de su muerte, la amistad de Camilo sigue viva y nos sigue ayudando a ser personas, y nos sigue comprometiendo a mejorar esta sociedad en la que vivimos.
Y, para acabar, permítanme leerles este texto de Rosa Montero, que parece escrito para esta ocasión: “Los bosques, las montañas, los prados de nuestra geografía particular son los amigos con los que hemos ido compartiendo la existencia, tejiendo y destejiendo la trama de los días. Vivir es verse reflejado en los ojos de otro; y sin la mirada de los seres queridos nuestra vida carecería de sentido. Creo que una de las más ajustadas medidas del éxito es la cantidad y calidad de los amigos que posees. Es decir, querer y ser querido me parece un triunfo vital tan importante como ser presidente o premio Nobel. En ocasiones, azares diversos te hacen perder el contacto con gente a la que aprecias, y otras veces, por desgracia, tus amigos desaparecen devorados por la estúpida muerte. Pero he llegado al convencimiento de que ninguno de ellos se marcha del todo: permanecen enredados en tu vida, formando parte no sólo del inconsciente entramado de la memoria, sino de tu carne, de tu sangre, de la sustancia misma de lo que eres.”
(1) Así habló Zaratustra, de Friedrich Nietzsche.
(2) Estas seis características son una versión libre de las “Reglas para la conservación de la amistad” que Pedro Lain Entralgo toma de Kant, y cita en su ensayo “Sobre la amistad”(1973)
Significativo a este respecto es lo que hace un tiempo leíamos en una entrevista a Juan José Ballesta, el chico de doce años que protagonizó la película “El Bola” del director español Acero Mañas. A la pregunta de si tenía en la vida real amigos tan estupendos como en la película, el muchacho respondía: No tengo amigos. No me gusta. Lo digo también en la película. Lo que tengo son conocidos, en mi barrio y en todas partes. Les llamo amigos pero, en realidad, no les tomo como amigos, no confío en ellos...Es un poco triste eso de no tener amigos, le comenta el periodista. A ello el chaval responde: A mi me gusta cambiar. Un día me voy con los de mi barrio, otro día con los del barrio de mi abuela... Es mejor. Les veo un día y no vuelvo a verlos hasta muy tarde. Nunca estoy con los mismos porque no son mis amigos, son conocidos con los que juego a los cromos, a las cartas, a los montones... Me lo paso muy bien con ellos, me río, me divierto, pero no son mis amigos. Es un niño de doce años quien así habla. Pero, sin duda, es el altavoz de una sociedad que concibe de un modo muy particular las relaciones interpersonales. (Carlos Domínguez Moreno, EL VÍNCULO DE LA AMISTAD)