Hasta siete infraestructuras públicas de Jinámar están hoy
infrautilizadas. Ahí están si no el futuro Museo del Agua en La Noria,
la tantas veces asaltada Casa de la Condesa, el tanatorio, el pabellón
deportivo Juan Carlos Hernández, el centro de menores, el de mayores y
la escuela infantil de Jinámar, sin uso desde que Telde cerrara el
servicio.
Sin incluir en esta lista de la desidia a los colegios y al centro de
salud (sería el colmo si tampoco estuvieran operativos), las únicas
infraestructuras públicas que siguen al pie del cañón casi dan miedo.
Los vecinos se quejan del mal estado de las canchas deportivas y del
campo de fútbol Pedro Miranda, los edificios asociados al mercadillo han
sido desmantelados por piezas y la Gerencia de Jinámar, algo así como
el centro cívico, se cae literalmente a cachos y sus instalaciones
tienen un aire lúgubre. Se le ven las entrañas a paredes y vigas. Son el
vivo sino de un barrio que los políticos usan como un mantra en sus
discursos, pero al que luego parecen abandonar a su suerte.