Juan Manuel Pardellas Las Palmas de Gran Canaria
Una vaca europea recibe 2,5 euros al día en subvenciones. Un niño africano recibe 0,40 euros al año de Europa. No es demagogia, sino la cruda realidad. Un gobernante africano corrupto es igual de repudiable que uno europeo, ni más como pretenden hacernos ver, pero tampoco menos. Existe una tonelada de datos sobre la miseria en el mundo y el exclusivo, amurallado e inexpugnable club del 20 por ciento blindado que representan Europa y América del Norte. Por lo tanto, incidir en ello ni araña ni llega ni impacta ni provoca sentimiento alguno, como las imágenes de los cayucos entre los fideos de la sopa del almuerzo, un día tras otro. Pero hay algunos espectáculos más repugnantes que otros y algunas preguntas que no he logrado resolver. Por ejemplo ¿qué quiere decir el ministro Corbacho cuando insiste en que hay que primar el empleo interior y, al inmigrante que quede desempleado, se le abrirán las puertas para que regrese a su país?
Que vocifere intencionada y peligrosamente cualquier chiripitifláutico y tinturero portavoz del gobierno de estas islas no sería nada sorpresivo, si repasamos la ristra de frases lamentables que nos han obsequiado, agredido, escupido en los últimos años, pero me sorprende mucho este ministro, que me gana en el tono, pero me pierde en algunas frases, como la que el que viene es el que se tendrá que adaptar a nuestras costumbres, tan certera si supiéramos cuáles son éstas o cuáles no quiere de los demás. Los fracasados no son ni los niños, ni los padres de Latinoamérica, África y Asia que mueren cada día de hambre, bombardeados o en el océano. Los fracasados somos nosotros, por no saber elegir mejor a quienes nos gobiernan.
Hay suficientes alimentos en el mundo, pero la cumbre de la FAO que ha reunido en Roma a nuestros patriotas de trajes y hoteles caros ha demostrado que los fracasados, los miserables, los realmente corruptos no son los que mueren sin esperanza, sino nosotros, sin excepción.