martes, 30 de abril de 2013

Saro, pasión por la solidaridad y la cultura

Antonio Ruiz Pérez / Las Palmas de Gran Canaria
(...) Saro fue tan generosa en su dedicación militante, como firme en la defensa de sus convicciones. No tomaba la salida fácil de rehuir el debate, ni de dar el consentimiento gratuito. Por eso su opinión pesaba.
Fue defensora de su patria chica –Sardina del Sur-, de su pueblo -Canarias- y, sobre todo defensora de los pueblos oprimidos del mundo. Causa que materializó de modo especial en su militancia por el derecho a tener derechos del pueblo saharaui. Ahí implicó, con el corazón en una mano y el megáfono en la otra, a todo el que pudo alcanzar: gentes de la calle, vecinos, compañeros de partido, representantes institucionales, maestros, médicos, …
Fue docente; convencida de que el acto educador es potencialmente transformador. No rehuyó el arte ni la historia, pero le interesó más el futuro que el pasado. Por eso sus investigaciones se centraron en los movimientos sociales, en las dinámicas participativas y en la mujer. No le preocupó demasiado el rigor científico del investigador concienzudo que busca desmenuzar la historia al detalle. Solo miraba atrás para encontrar líneas históricas que nos ayudaran a avanzar y para tratar de influir en ellas y modificarlas. Y ahí nacía su militancia: en el convencimiento de que su acción, por limitada que fuese en el inmenso plano de la historia, podía ser un paso más en ese camino difícil de la justicia, la igualdad y la dignidad para todos los pueblos.
Tuvo claro desde hace años –mucho antes de que naciera el 15M- que son los movimientos sociales de base los que han dado, y los que dan, sentido y vida a la democracia. Y sin movimientos sociales vivos nuestra democracia se puede convertir en un conjunto de formalidades muerto. (...)