jueves, 4 de abril de 2013

ARVELO EN EL GÓLGOTA

F. J. CHAVANEL/ http://www.canarias7.es/articulo.cfm?id=296411
En las horas previas a la digestión por parte de La Caixa de CajaCanarias,  Tenerife dormía tranquila. Durante casi dos décadas el poder económico y político se había fiado hasta las últimas consecuencias de un señor que se había hecho a sí mismo, ascendido desde la cueva más oscura al despacho más luminoso gracias a su esfuerzo a y a su habilidad para entender las necesidades ajenas. Era el capitán de todos ellos, posiblemente uno de los referentes más sólidos de un sistema que le precisaba como agua de mayo para regar las plantas de la economía local.
Hasta ese momento la figura de Alvaro Arvelo era intocable. Aunque habían aparecido las primeras críticas a su actuación tras las crisis de las cajas que desencadena Zapatero en 2010 con el objetivo de limpiar el sector y, al mismo tiempo, intentar entregar el 50% de la clientela financiera de España a los bancos  consolidados, los comentarios apenas le habían rozado. Meses antes, con la legislatura agotada, el presidente del Parlamento, Antonio Castro Cordóbez, tomó una decisión asombrosa: volvió a convocar a los parlamentarios para que aprobasen una sola ley, la denominada A.A, por él; lo hizo en nombre de la provincia occidental por Alvaro, por Arvelo, porque la sociedad tinerfeña se moría de orfandad si su mejor intermediario no se sentaba en el consejo de administración de Caja Cívica. Y allí lo pusieron. Para que meses después resultara imputado de unos cuantos presuntos delitos al igual que el resto de «benefactores».
En la víspera del desastre de la absorción un conocido abogado de un no menos conocido empresario vip de Tenerife me llamó y me comentó lo que estaba pasando. Arvelo se había callado una información esencial. CajaCanarias estaba en la quiebra, Banca Cívica estaba en la quiebra, y él estaba como un loco negociando un puesto seguro, con sueldo excelente, en la Obra Social. Hice una serie de averiguaciones, no demasiadas para evitar levantar la liebre, y resultó ser que la fuente era «A», no había lugar a la duda. A la mañana siguiente abrí mi programa con un largo comentario sobre lo que sucedía.
No sé cuántas llamadas llegaron a mi móvil. Algunos pedían nuevos datos, todos querían profundizar. Se montó un estado de alerta. Durante toda esa mañana CajaCanarias negó la información. No se atrevió a lanzar un comunicado pero hizo todo que pudo para desprestigiar el contenido de la noticia y al mensajero. Cuando finalizó el programa marqué el número de una persona que insistentemente no dejó de llamar durante horas. Se trataba de Agustín Gajate, reponsable del gabinete de comunicación de la entidad bancaria, miembro destacado del cinturón personal de Arvelo, donde se reunían una serie de personajes que veneraban al líder como si fuese Julio César cruzando el Rubicón. Gajate sólo me llamó para una cosa: para insultarme. Durante cinco minutos escuché una torrencial lluvia de difamaciones como pocas veces. No paraba de hablar. Su estrategia era encadenar un insulto tras otro sin que hubiese forma de encontrar un hueco para exponerle lo evidente. Me di cuenta de que lo que decía se lo creía, y de que estaba ante un fanático que adoraba a una superestrella del celuloide tipo Gloria Swanson. No quise cortar, me parecía estar asistiendo a la caída de un mito, y el histerismo de Gajate, celoso «enamorado» de Arvelo, era la certificación de que todo era cierto. El imperio se hundía, y Arvelo, como siempre, engañaba a todo aquel que le solicitaba responsabilidades. Veinticuatro horas después de este incidente CajaCanarias dejaba de existir, Banca Cívica había sido tragada por La Caixa, y Arvelo se había colocado al frente de la Obra Social con un descaro impresionante. Gajate, semanas más tarde, fue premiado con una prejubilación que, en su caso concreto, debiera avergonzarle.
Lo que ocurre ahora con Arvelo es que ya no está en el mundo de los «vivos». Para salvar a la caja de Tenerife de una fusión con la de Las Palmas, corrió como un descosido, sin comunicárselo ni a Soria ni a Rivero, por entonces trabajando juntos en el Gobierno de Canarias. Cuando le solicitaron una explicación de su comportamiento dijo que él no pactaba con los canariones, porque eso era tanto como hundir su queridísima casa. De modo que fue a salvarla penetrando en el corazón de las tinieblas donde mandaba CajaNavarro y sus dietas de 5.000 euros por día y consejo, y donde Goñi y Sáinz tenían una finca particular en la que Arvelo era un simple convidado de piedra. Prefirió ser cola de león a cabeza de ratón, con una diferencia: la fusión de las dos cajas canarias les hubiese dado una oportunidad a las dos; mientras que su huida condenó a La Caja de Las Palmas a un acuerdo desesperado con Bankia y los agujeros negros del PP, y a él a dar por bueno los cuentos chinos de unos señores que se comportaron como vulgares estafadores.
Y no está en el mundo de los «vivos». Tenía cinco meses para convertir CajaCanarias en una Fundación. Cinco meses. El plazo vencía el 3 de enero de 2013 y no llegó a tiempo. El Gobierno de Rivero, que tantas cosas le ha tolerado, ha resuelto el caso como debe: ha disuelto los órganos de una fundación que es ilegal y ha creado una gestora en la que no estará Arvelo. Al margen de esta cuestión técnica, del propio Arvelo, de su decencia, de su estatura moral, debiera haber salido una voluntad clara de retirarse a su casa y dejar el futuro de la fundación en otras personas, exactamente igual que ha sucedido con Juan Manuel Suárez del Toro en la de Las Palmas, imputado también en el caso Bankia.
Pero no. Al contrario. Se encastilló en ese último refugio, tal vez creyendo que mantenía intacto su prestigio. No llegar a tiempo con cinco meses por medio tiene «delito». La gente de Arvelo asegura que el mismo día 3 de enero entró la documentación pertinente. ¿El mismo día 3 con cinco meses de plazo?... ¿Puede equivocarse el Gobierno, setenta días después, cuando hasta ahora, y en contra de lo que manifiesta el club de «groupies» de Arvelo, el Ejecutivo no ha mostrado el menor atisbo de pasar por la quilla a quien fue esencial para volatilizar el músculo financiero que existía en Canarias?
Noto como los «gajates» vuelven a insultar. Muere el rey de las dádivas.