viernes, 12 de abril de 2013

Contra la usura

RICARDO PEYTAVÍ/El Día
La usura ha sido condenada en cualquier época y por cualquier religión o corriente filosófica. Lo hicieron los antiguos textos sagrados hinduistas, lo hizo Platón, Aristóteles, Cicerón y Séneca -entre otros- en la cultura occidental, la condenó el judaísmo e hizo lo propio el cristianismo cuando en el Concilio de Nicea prohibió el cobro de intereses al clero -la caridad bien entendida empieza por uno mismo- y también a los laicos a partir del siglo V. Mahoma censuró igualmente la usura y en la actualidad algunos países islámicos cuentan con instituciones financieras que no cobran intereses por sus préstamos. El último que ha arremetido legalmente contra la usura ha sido el juez Juan José Cobo Plana, titular del Juzgado de Primera Instancia número 4 de Arrecife de Lanzarote. Considera este magistrado que son "abusivos y usurarios" los intereses del 19% aplicados por el BBVA a los clientes que se retrasaban en el pago de la hipoteca. De forma concreta, el mencionado juez ha declarado nulo el préstamo hipotecario concedido a una pareja de Lanzarote, a punto de ser desahuciada, al considerar que los citados intereses de demora son abusivos. El magistrado ha dado un paso más allá al ordenar a su secretario que le ponga sobre la mesa todos los procedimientos de ejecución hipotecaria que esté tramitando su juzgado para decidir la posible nulidad de los mismos. Juan José Cobo culpa a los bancos de haber contribuido decisivamente, con su desmedido afán de aumentar su negocio y sus beneficios, a la crisis económica que vive este país -y el mundo entero- y a los altos niveles de desempleo que están detrás del impago de las hipotecas.
Desconozco si esta decisión judicial -supongo que caben recursos- sentará precedente para otras que deberán tomar los colegas de este magistrado en un futuro inmediato. Lo he dicho pero no me importa repetirlo: desahuciar a una pareja de trabajadores que vive en un modesto piso porque ambos se han quedado en paro y no tiene con qué pagar la hipoteca es un crimen. Hacer lo mismo con un irresponsable que se compró un adosado cuando su nivel de renta lo situaba cabalmente en la protección oficial supone, en cambio, aplicar un correctivo adecuado porque esto era un desastre. Y en cuanto a los bancos, que se conformen en cualquier caso con recuperar el bien hipotecado, porque si irresponsable es quien suscribe una préstamo que no puede pagar, mucho más lo es quien se lo concede.
Hasta aquí, acuerdo generalizado. Lo que resulta peligroso es la cacería que se ha desatado contra bancos y políticos. En primer lugar porque al margen de dramáticos casos individuales, el problema de las hipotecas es minoritario. Solo un 3% de las concedidas están ahora mismo en situación de morosidad. Los titulares del 97 por ciento restante las están pagando. Muchas veces a duras penas, pero están cumpliendo. La usura hay que perseguirla -como se ha hecho siempre- no solo con sentencias curiosas sino también con leyes que no dejen margen a ningún abuso. Pero de ahí a fusilar a los banqueros de madrugada frente a la tapia del cementerio va un abismo. No porque los banqueros sean unos individuos cariñosos o simpáticos, sino, simplemente, porque no podemos vivir sin los bancos.