Es imposible entender su nombre. Tiene los labios totalmente destrozados e hinchados por el sol y el agua salada y llegó en un cayuco con trece compañeros de viaje muertos al puerto de Arguineguín. Poco después otro cuerpo más apareció flotando en el Atlántico.
Tiene 20 años y nació en Guinea Bissau. Es uno de los 46 supervivientes de un viaje trágico que se tragó catorce vidas. Apenas puede hablar pero puedo acertar a decir que «fue un viaje muy duro, muy duro» y una súplica, «lo que necesito es agua». Lo peor del viaje ha sido la sed. Precisamente por ella murieron sus compañeros. Bebieron agua salada para intentar aliviar la tortura y esto les produjo un fallo multiorgánico que acabo con sus vidas, según explicó Jose Antonio Corujo, coordinador de los equipos de respuesta inmediata de Cruz Roja.