Hace 32 años, la hija de un estibador del Puerto de La Luz y de Las Palmas murió atropellada durante el trascurso de una de las manifestaciones más tensas que hayan protagonizado los trabajadores portuarios. El trágico acontecimiento marcó un antes y un después en la historia de los estibadores, que se unieron más, si cabía, por salvaguardar el futuro de su profesión. Mañana miercoles 25 de Julio, familiares, portuarios y amigos recordaran a la joven Belén María con una misa a las 10 de la mañana, en la Sede de los Portuarios en Las Palmas de G.C.
Desde sus orígenes los estibadores han mantenido una constante lucha con los gobiernos y las patronales portuarias con el fin de proteger sus intereses y preservar su profesión. Las manifestaciones, huelgas y revueltas fueron constantes desde el inicio de la democracia, pero ninguna marcó tanto a este grupo de profesionales y a sus familias como la manifestación que se escenificó el 25 de julio de 1980 en el Puerto de Las Palmas.
Con 16 años, María Belén Sánchez Ojeda acudió a la Plaza de Manuel Becerra con sus padres para defender su sustento de vida y reivindicar su derecho a la huelga. Su padre, obrero portuario, junto a 3.500 hombres más, se manifestaba contra la privatización de los puertos y por las garantías de los puestos de trabajo. Las trifulcas y enfrentamientos entre la policía, los esquiroles y los estibadores eran constantes y la situación cada vez más insostenible hasta que, finalmente, se sucedió un irremediable accidente que acabó con la vida de la niña.
En medio del caos y revueltas, Belén María fue atropellada y arrastrada unos sesenta metros por un coche al que la policía, que custodiaba el Puerto de Las Palmas, le permitió el acceso. La hija del estibador canario murió esa noche. En el mismo día, otros cuatro manifestantes resultaron heridos y, en la carga policial que siguió, un trabajador portuario perdió un ojo por un bote de humo disparado por la Guardia Civil.
El terrible acontecimiento provocó que tres mil quinientos trabajadores se encerrasen en el edificio de la Unión de Trabajadores Portuarios conmocionados por el acontecimiento hasta que el Puerto fue abandonado por esquiroles, policías y estibadores y comenzó la negociación con las patronales portuarias. Las manifestaciones que siguieron y el entierro de Belén María fueron la mayor demostración de dolor ciudadano jamás vista en Canarias. Al sepelio acudieron unas 30.000 personas y en todos los puertos españoles se convocaron paros generales en señal de luto. Pasaron más de dos años para que esta situación de tensión culminase con la creación de un Acuerdo Marco presentado por la Coordinadora Estatal de Estibadores Portuarios, que iniciaba la primera etapa de cierta regularización del sector.
Tras más tres décadas desde que sucedió la manifestación de julio de 80, Belén María es recordada cada año, como símbolo de la unión y la solidaridad con la que un grupo de trabajadores luchan por su supervivencia.