sábado, 7 de junio de 2025

NUESTRA MADRE MARÍA VIENE A VISITARNOS


José Manuel Santiago Melián
(párroco del Espíritu Santo y profesor del ISTIC)

Todos hemos tenido la experiencia de haber recibido algunas visitas de familiares o amigos que nos resultan especialmente agradables y a los que hemos atendido y agasajado lo mejor posible; o quizás de haber visitado a alguna persona de cierta relevancia, que nos ha acogido con gran hospitalidad. El evangelista san Lucas nos cuenta que una muchacha sencilla y humilde, llamada María, que vivía en Nazaret -una aldea de Galilea- y había recibido nada menos que la invitación a ser la madre del Mesías e Hijo de Dios y que la había aceptado con total disponibilidad, “se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá” (Lc 1,39). 

Se le ocurrió ir a visitar a su prima Isabel, bastante mayor que ella, que también estaba esperando un hijo. Isabel y su esposo Zacarías no vivían precisamente cerca de María, sino todo lo contrario: entre Ain Karim -su pueblo- y Nazaret había, según parece, unos 160 kilómetros. Se sabe que María escogió la ruta de montaña, la más directa, pero también la más difícil y, en cualquier caso, no exenta de peligros. 

¿Por qué actuó así una mujer tan joven y en un tiempo en que no había medios de transporte como en la actualidad? Quería estar con su prima para ayudarla, para acompañarla en su estado; en definitiva, María fue a servir, a colaborar con gran disponibilidad y alegría donde pensó que hacía falta. Su prima se lo agradecería muchísimo y se alegró sobremanera al verla, puesto que no se sentía digna de recibir la visita de la que iba a ser madre de Jesucristo.

En estos días la venerada imagen de Nuestra Señora del Pino, de nuestra Madre María bajo esa advocación entrañable para los fieles de Gran Canaria y de esta diócesis de Canarias, viene a visitarnos en su 52ª Bajada desde su santuario de Teror. En realidad, son varios los lugares donde estará. No solo en Las Palmas de Gran Canaria, en la Catedral de Santa Ana, sino también en Telde y Vecindario, pasando por varias parroquias en su recorrido y otros lugares tan significativos como el Hospital Insular-Materno Infantil. 

Podríamos decir que, al igual que hizo en su día con su prima Isabel, María desea llegar a muchas personas, a realidades y situaciones muy diversas, algunas de ellas marcadas particularmente por el dolor y la enfermedad, o por la inmigración y la convivencia intercultural e interreligiosa (como el municipio de Santa Lucía de Tirajana). 

La Virgen María, Madre de la Iglesia, quiere ser la madre de todos, sin que nadie quede ni se sienta excluido de su mirada amorosa y receptiva a tantas necesidades. María, la Madre, es la mejor de las madres, y por eso abre su corazón a todos, porque es Madre de misericordia e intercesora nuestra. 

Se preocupa y ocupa de sus hijos; podríamos incluso pensar que se desvive, como se desvivió atendiendo a su prima Isabel. De hecho, los distintos actos programados durante esta quincena pretenden dar cabida a todos los fieles, a los diversos sectores de la población, a los niños, jóvenes, adultos, ancianos, a las familias… A todos, todos, todos, como insistía el difunto papa Francisco.

Esta Bajada de la Virgen del Pino se realiza en el contexto del Jubileo de la Esperanza, bajo el lema “Camino de Esperanza”. El papa Francisco proyectó este Jubileo para motivar en toda la Iglesia esa actitud esperanzada en medio de las dificultades y signos de muerte, violencia, desolación, división, etc. que encontramos y padecemos en nuestro mundo. El nuevo papa León XIV nos insiste precisamente en trabajar por la paz y la unidad en la Iglesia y en el mundo. 

La esperanza cristiana es activa, comprometida, capaz de generar iniciativas, porque sabemos que aspiramos al encuentro definitivo con Cristo Resucitado, hacia el que caminamos guiados por la luz de la fe. Mientras tanto, cargamos con nuestras penas y heridas, pero también con nuestros proyectos e ilusiones, contando con la fortaleza que nos ofrece el Espíritu Santo. 

Justo en medio de esta peregrinación de la Virgen del Pino por nuestra isla, celebraremos la fiesta de Pentecostés, la venida del Espíritu Santo sobre la primitiva Iglesia, sobre los primeros discípulos de Jesús, incluida la Virgen María, que permanecía en oración y muy unida a ellos. Como en ese momento primigenio, María nos impulsa a vivir alegres, a dar testimonio coherente de nuestra fe y de nuestra esperanza, a desplegar actitudes y acciones de justicia, solidaridad, amor y fraternidad. La miramos y nos dejamos mirar por ella, para que se reavive en nosotros, los cristianos, el ardor del Espíritu Santo, que nos impulsa a la misión, a seguir anunciando el Evangelio a todos con humildad y convicción.

La Madre, Santa María del Pino, baja para encontrarse con su pueblo. No es un espectáculo, no es un acto más o menos folklórico, no es un simple evento multitudinario al que vayamos con curiosidad. Es mucho más que todo eso, es otra cosa: es la posibilidad de un encuentro con Dios, de una renovación interior, de un replanteamiento de nuestra vida. Es un Camino de Esperanza.