F. J. CHAVANEL/ http://www.canarias7.es/articulo.cfm?id=296411
En las horas previas a la digestión por parte de La Caixa de
CajaCanarias, Tenerife dormía tranquila. Durante casi dos décadas el
poder económico y político se había fiado hasta las últimas
consecuencias de un señor que se había hecho a sí mismo, ascendido desde
la cueva más oscura al despacho más luminoso gracias a su esfuerzo a y a
su habilidad para entender las necesidades ajenas. Era el capitán de
todos ellos, posiblemente uno de los referentes más sólidos de un
sistema que le precisaba como agua de mayo para regar las plantas de la
economía local.
Hasta ese momento la figura de Alvaro Arvelo era intocable. Aunque
habían aparecido las primeras críticas a su actuación tras las crisis de
las cajas que desencadena Zapatero en 2010 con el objetivo de limpiar
el sector y, al mismo tiempo, intentar entregar el 50% de la clientela
financiera de España a los bancos consolidados, los comentarios apenas
le habían rozado. Meses antes, con la legislatura agotada, el presidente
del Parlamento, Antonio Castro Cordóbez, tomó una decisión asombrosa:
volvió a convocar a los parlamentarios para que aprobasen una sola ley,
la denominada A.A, por él; lo hizo en nombre de la provincia occidental
por Alvaro, por Arvelo, porque la sociedad tinerfeña se moría de
orfandad si su mejor intermediario no se sentaba en el consejo de
administración de Caja Cívica. Y allí lo pusieron. Para que meses
después resultara imputado de unos cuantos presuntos delitos al igual
que el resto de «benefactores».
En la víspera del desastre de la absorción un conocido abogado de un no
menos conocido empresario vip de Tenerife me llamó y me comentó lo que
estaba pasando. Arvelo se había callado una información esencial.
CajaCanarias estaba en la quiebra, Banca Cívica estaba en la quiebra, y
él estaba como un loco negociando un puesto seguro, con sueldo
excelente, en la Obra Social. Hice una serie de averiguaciones, no
demasiadas para evitar levantar la liebre, y resultó ser que la fuente
era «A», no había lugar a la duda. A la mañana siguiente abrí mi
programa con un largo comentario sobre lo que sucedía.
No sé cuántas llamadas llegaron a mi móvil. Algunos pedían nuevos
datos, todos querían profundizar. Se montó un estado de alerta. Durante
toda esa mañana CajaCanarias negó la información. No se atrevió a lanzar
un comunicado pero hizo todo que pudo para desprestigiar el contenido
de la noticia y al mensajero. Cuando finalizó el programa marqué el
número de una persona que insistentemente no dejó de llamar durante
horas. Se trataba de Agustín Gajate, reponsable del gabinete de
comunicación de la entidad bancaria, miembro destacado del cinturón
personal de Arvelo, donde se reunían una serie de personajes que
veneraban al líder como si fuese Julio César cruzando el Rubicón. Gajate
sólo me llamó para una cosa: para insultarme. Durante cinco minutos
escuché una torrencial lluvia de difamaciones como pocas veces. No
paraba de hablar. Su estrategia era encadenar un insulto tras otro sin
que hubiese forma de encontrar un hueco para exponerle lo evidente. Me
di cuenta de que lo que decía se lo creía, y de que estaba ante un
fanático que adoraba a una superestrella del celuloide tipo Gloria
Swanson. No quise cortar, me parecía estar asistiendo a la caída de un
mito, y el histerismo de Gajate, celoso «enamorado» de Arvelo, era la
certificación de que todo era cierto. El imperio se hundía, y Arvelo,
como siempre, engañaba a todo aquel que le solicitaba responsabilidades.
Veinticuatro horas después de este incidente CajaCanarias dejaba de
existir, Banca Cívica había sido tragada por La Caixa, y Arvelo se había
colocado al frente de la Obra Social con un descaro impresionante.
Gajate, semanas más tarde, fue premiado con una prejubilación que, en su
caso concreto, debiera avergonzarle.
Lo que ocurre ahora con Arvelo es que ya no está en el mundo de los
«vivos». Para salvar a la caja de Tenerife de una fusión con la de Las
Palmas, corrió como un descosido, sin comunicárselo ni a Soria ni a
Rivero, por entonces trabajando juntos en el Gobierno de Canarias.
Cuando le solicitaron una explicación de su comportamiento dijo que él
no pactaba con los canariones, porque eso era tanto como hundir su
queridísima casa. De modo que fue a salvarla penetrando en el corazón de
las tinieblas donde mandaba CajaNavarro y sus dietas de 5.000 euros por
día y consejo, y donde Goñi y Sáinz tenían una finca particular en la
que Arvelo era un simple convidado de piedra. Prefirió ser cola de león a
cabeza de ratón, con una diferencia: la fusión de las dos cajas
canarias les hubiese dado una oportunidad a las dos; mientras que su
huida condenó a La Caja de Las Palmas a un acuerdo desesperado con
Bankia y los agujeros negros del PP, y a él a dar por bueno los cuentos
chinos de unos señores que se comportaron como vulgares estafadores.
Y no está en el mundo de los «vivos». Tenía cinco meses para convertir
CajaCanarias en una Fundación. Cinco meses. El plazo vencía el 3 de
enero de 2013 y no llegó a tiempo. El Gobierno de Rivero, que tantas
cosas le ha tolerado, ha resuelto el caso como debe: ha disuelto los
órganos de una fundación que es ilegal y ha creado una gestora en la que
no estará Arvelo. Al margen de esta cuestión técnica, del propio
Arvelo, de su decencia, de su estatura moral, debiera haber salido una
voluntad clara de retirarse a su casa y dejar el futuro de la fundación
en otras personas, exactamente igual que ha sucedido con Juan Manuel
Suárez del Toro en la de Las Palmas, imputado también en el caso Bankia.
Pero no. Al contrario. Se encastilló en ese último refugio, tal vez
creyendo que mantenía intacto su prestigio. No llegar a tiempo con cinco
meses por medio tiene «delito». La gente de Arvelo asegura que el mismo
día 3 de enero entró la documentación pertinente. ¿El mismo día 3 con
cinco meses de plazo?... ¿Puede equivocarse el Gobierno, setenta días
después, cuando hasta ahora, y en contra de lo que manifiesta el club de
«groupies» de Arvelo, el Ejecutivo no ha mostrado el menor atisbo de
pasar por la quilla a quien fue esencial para volatilizar el músculo
financiero que existía en Canarias?
Noto como los «gajates» vuelven a insultar. Muere el rey de las dádivas.