Juan García Lujan (juanlujan.canariasahora.es/archives/1683)
Hola, soy la puta. Todos hablan de mí, pero ya ven, yo nunca tengo voz. Ya ves, esta semana me tocó desmentir al 15M, que tanto gritó que los políticos son nuestros hijos. Pues no, los políticos tienen sus madres y sus señoras, que son las últimas en enterarse de que el poderoso marido y el hijo ejemplar que terminó su carrera en Madrid prefieren venir a nosotras para celebrar la fiesta, el fin de curso. Ellos, el palo y la astilla, se transforman tanto que los hago beber un güisqui de garrafón a precio de reserva, sin rechistar.
Pero a veces hay excepciones. Y necesitan humillarnos. Y no se conforman con alquilar nuestras caricias, creen que nuestra dignidad está en venta. Vienen con billetes, con insultos y, en ocasiones, con pasaportes diplomáticos. Entonces la madrugada se complica. A la dirección de la Casa no le interesa esos clientes, porque tardan más por el mismo precio. Por eso los echan del local. Normalmente se van cabizbajos, pisando sus propias babas. Y buscan en alguna esquina de la calle lo que no encontraron aquí.
Me dicen que acabé con la carrera de un Senador. Quién lo iba a decir, al final papá y el vástago acabaron la carrera el mismo día. Dicen que ya habló públicamente un conocido amigo del papá, que abrió la boca para criticar el puritanismo. ¡Ay, que antiguos son, los políticos también tienen derecho a ir de putas!, dicen que dijo. Claro, pero ¿ los derechos son siempre para los mismos? ¿Nosotras tenemos derechos? O la única libertad de mujer que hay que pedir es la de Fenena, la hija de Nabucco, en alguna versión moderna de Verdi. ¡Ay, qué culta me pongo para responder a algunos!
Yo sigo con mis preguntas. ¿Es compatible sentarse en un escaño en el Senado y votar una propuesta de tu partido para suprimir los anuncios de prostitución porque humillan a las mujeres, porque quizá esconden negocios que se basan en el tráfico de personas, es compatible votar eso por el día y meterte en esas casas de masajes por la noche? Frente al que quiere enterrar el puritanismo aparecen los moralistas que piden que dimita el político, porque está feo eso de engañar a su señora de él. La policía llama al camarero a declarar. Y a mí, ¿quién coño me va a preguntar, por ejemplo, si estoy aquí libremente? ¿Quién sabe cómo llegué aquí, quién sospecha dónde está mi pasaporte, quién intuye cuánta familia tengo amenazada de muerte si salgo de aquí una noche de estas y me planto en una comisaría de policía? ¿Tendré yo inmunidad o podrá el policía violarme bajo la amenaza de expulsarme a mi país y chivarse al dueño de la sauna que viene a ser amigo de algún sargento?
Ya ven, soy puta, y hoy me tomé el derecho a preguntar. Tantos años de silencio, tantos insultos que callé, tantas babas que aguanté, tantas lágrimas que tragué. Y hoy me atrevo a hablar sin que nadie me lo pida. Porque los mismos que publicaron en su portada que un político fue “detenido en una casa de masajes” con el fin de condenarlo socialmente, hacen negocio en las páginas interiores publicando los anuncios que pone mi proxeneta. En esa misma prensa que se escandaliza porque un padre de la patria se acercó hasta una casa de masajes, publicaron hace poco un editorial diciendo que quitar los anuncios de prostitución atenta contra la libertad de expresión. A ellos les importa un pito si las que estamos aquí somos libres o estamos secuestradas. Ellos, que en un mes colocarán en sus portadas los sermones sobre la castidad que dará el Papa en España, nos usan ahora para hundir la carrera de un tipo que llegó hasta nosotras gracias a sus anuncios publicitarios.
Y las mujeres socialistas. ¿Dónde están? ¿Hay algo que decir? ¿Sólo puede hablar Elena Valenciano? Todas esas voluntarias que salieron a defender a Leyre Pajín de las groserías del alcalde de Valladolid, ¿tienen algo que decir, aunque sea preventivamente y con la palabra presunto, sobre lo que cuenta la policía de los modos del Senador y su hijo en la casa de masajes?
Me cuentan que la oposición política en el cabildo de La Gomera pidió que se cree una comisión de investigación sobre los incidentes del presidente y su hijo en Madrid. ¿Qué quieren saber? ¿Creen que lo más grave que nos ha pasado es que el hijito de papá nos dijera que se meaba en nosotras? No se preocupen por eso. Pido todos los consejeros del cabildo, los del gobierno y los de la oposición, que se preocupen por lo más cercano.
Preocúpense, por ejemplo, de algo que tienen más cerca del cabildo. Preocúpense de esas jóvenes africanas (algunas menores de edad) que alquilan su cuerpo en la avenida marítima de San Sebastián de la Gomera. Tengan un poco de vergüenza y preocúpense de los derechos humanos en la misma isla, de la humillación que sufren las mujeres en las más céntricas. No se preocupen tanto por los atentados a la autoridad policial, y fíjense más en las que no tenemos quién nos proteja. Señores de todos los partidos políticos, a ver si se enteran de una vez. Las putas somos mujeres, como sus madres, pero nos ofende que a gente tan insensible como ustedes los confundan con nuestros hijos.
PD: Este artículo está hecho suponiendo que la versión policial y la de Jerónimo Saavedra se ajustan a la realidad, frente a la versión de Casimiro Curbelo que el viernes sostuvo que no insultó a ningún policía y que no pasó por ninguna casa de masajes. En mi artículo del viernes puse en duda la versión policial, hoy cuestiono la de Curbelo. Por la noche todos los gatos son pardos, difícil creer en algunos.