lunes, 18 de junio de 2012

SEGUNDO ANIVERSARIO DEL SACERDOTE ÁNGEL RODRÍGUEZ

Sergio Afonso Miranda
Tu Señor sabes que te quiero. Si, te quiero. Esto nos hace hermanos a todos los que lo confesamos. Hermanos. Cuando fuiste llenando el corazón de sueños y esperanzas con las palabras que relataban la experiencia de ese Dios vivo que ama lo nuevo, sabías a quien llamabas. Te fiaste y quisiste que arrancara esa experiencia de caminantes confiando que se llenarían de tu Santo Espíritu aprendiendo a tener tu mirada (que no se fija en las apariencias…), tus manos (dispuestas a ponerlas en el arado y no mirar atrás, para acariciar y abrazar a los que ya se doblan porque tú no permites que la caña cascada se rompa…), tu corazón (grande, donde no hay excluidos, donde hay limpieza porque lo puro tiene que ver “con la hondura del alma”…), tu mesa ( preparada para la fiesta siempre eterna de Tu presencia y así alimentar la libertad y el amor…), tus pies (siempre dispuestos a empezar el nuevo camino por los “caminos de siempre”, acostumbrados a bailar, saltar y jugar en un patio de vecinas por el simple gusto de estar…) tus oídos (abiertos para escuchar sin reproches, sin respuestas hechas y ensayadas…). Mucho trabajo tiene tu Santo Espíritu, modelar a mujeres y hombres llamados a ser hermanos cuando sus corazones se pierden y brota de ellos lo peor…     
Si Señor sabes que te quiero,  Ángel que lo confesó en vida ya te lo repite cada día desde hace dos años; quiero creer que lleno  y desde ese Amor que lo transforma todo, comprenda hasta lo más hondo como nos sentimos. Y sólo ante ese Amor, cada uno, cada una, sabrá lo que ha ido respondiendo y quiere responder en la vida,  de cómo nuestra mirada (busca lo mejor siempre de los demás), nuestras manos (han tirado piedras, eso sí, al mar para jugar un ratito), nuestro corazón (se ha llenado de nombres como dice el poeta…), nuestra mesa (ha sido puesta simplemente por la alegría de que lleguen “todos”), nuestros pies (los hemos reconocidos al arrodillarnos ante los demás) y nuestros oídos (han sabido escuchar las voces, todas las voces…).
En la playa, en el campo, en el templo, en el barrio, en el pueblo, en el monte, en la soledad y con otros, encendidas las brasas del evangelio hacemos memoria Ángel de cómo respondiste al Maestro que lo querías… Ahora que voy por otros caminos con la misma pregunta ayúdame a ser generoso en la respuesta para que un día, llenos de ese amor podamos seguir haciendo de este mundo un lugar para la Vida.