jueves, 14 de febrero de 2008

¡CENTRO!

FRANCISCO POMARES Dice el sondeo de El País que la pelea electoral se decide en el centro. Yo no me lo creo, yo creo que esta vez la pelea se decide por la izquierda, esa izquierda pasota y acratoide que sólo se mueve en España cuando los obispos o el PP le hinchan mucho las amígdalas. Pero yo no soy sociólogo. Los políticos prefieren fiarse de lo que dice El País que de lo que digo yo, ellos sabrán. Y además están convencidos -por lo menos los políticos de izquierdas- que la izquierda en las elecciones es bastante menos fiable que el centro. Quizá sea cierto: un nueve de noviembre se cayó el Muro y desde entonces, ser de izquierdas se convirtió en una suerte de ordinariez impensable, tan inadecuada como hablar de la pobreza o del desamparo. De hecho, de izquierdas, lo que se dice de izquierdas, ya no es nadie, excepto el camarada Abreu, que es de izquierdas porque todavía no ha logrado vivir del Presupuesto. Pero si ser de izquierdas está tan ´demodé´ que Zapatero presume de serlo sólo cuando hace declaraciones a la prensa extranjera sobre la memoria histórica, ser de derechas y presumir de ello, parece hoy sin embargo algo no sólo conveniente, sino incluso necesario. Y es curioso que así sea, porque no habiendo comunistas con rabo y con cuernos de los que defenderse (y sobre todo de los que proteger a la indefensa humanidad), lo cierto es que ya no hace falta ser de derechas absolutamente para nada. Ni siquiera para practicar una economía ultraliberal al frente del Gobierno del país, ni para ganar las elecciones en Estados Unidos, ni tan siquiera para dirigir los periódicos de la derecha. Antes ser de derechas era imprescindible para hacer una política de derechas. Hoy la política de derechas la hace todo el mundo, y los que la hacen con menos complejos son precisamente los que antes decían ser de izquierdas. Por eso me sorprende tanto lo mucho que la derecha insiste en serlo, y lo poco que presume la izquierda de ser zurda. Eso es un problema para quienes se consideran de centro, y eso a pesar de que ser de centro es que la gente sepa que uno es de centro, o sea, que uno es como todo el mundo. Por desgracia, en estos tiempos que corren, en los que ya no hay nadie que sea de izquierdas, la dificultad de ser de centro, parecer de centro y estar en el centro se ve agravada por el hecho de que cada día resulta más difícil localizar el lugar exacto donde se encuentra el centro, siendo éste -como sabe todo el mundo- un espacio situado a igual distancia de los extremos, en la mitad justa del camino que los separa. No existiendo uno de los extremos (partimos de la constatación científica de que la izquierda ya no existe), el centro se convierte en un lugar difuso y confuso en medio de ninguna parte, en donde se aprietan unos al lado de los otros los votantes que ganan elecciones.Por eso hace bien Nacho González en explicarnos elección tras elección que el centro es él. No vaya a ser que, con tanto amontonamiento, acabe el hombre sepultado y se nos olvide y ahora que anda con Román Rodríguez nos vayamos a confundir y creamos que es de izquierdas.