Domingo González lleva 23 años dirigiendo la confección del tapiz y cada año, asegura, «es un gran reto porque siempre se innova» y Corpus tras Corpus «se perfeccionan las técnicas». Con Ezequiel de León se cambiaron las cernideras por coladores para tamizar la arena y las tizas por pinceles para hacer los recortes, pero la gran innovación llegó en 1940 de la mano del arquitecto Tomás Machado y de Ezequiel de León, el padre de Ezequiel y delineante de profesión. Ambos introdujeron la perspectiva para dar mayor realismo al tapiz cuando se mira desde las escalinatas o el balcón del Ayuntamiento. «El tapiz se trabaja con deformación para lograr la perspectiva y ahí está la complejidad del trabajo», asegura Ezequiel hijo, mirando de reojo que ni un grano de arena se salga de su sitio y consciente de que la tarde de este jueves el gran tapiz será sólo tierra revuelta.
Ese año, los 23 alfombristas han tardado 50 días el confeccionar el gran tapiz formado por otros tres en los que se da forma a una alegoría inspirada en la palabra de Dios y que se representada, en el tapiz central, con María con un Jesús bebé en brazos, presentándolo en el templo. Esta imagen muestra el inicio de la vida de Jesucristo en la tierra y hace de nexo entre los tapices de la izquierda, donde Jesús está con 12 años ante los doctores de la ley en el templo, y de la derecha, donde está en la montaña hablando de las Bienaventuranzas. El ciclo de esa vida se cierra otra vez en el tapiz central con una Piedad que es, además, un homenaje a la que Fernando Estévez pintó en 1814, hace justo ahora 200 años y que está colgada en la iglesia del Calvario, de La Orotava.