sábado, 15 de abril de 2017

Acompañan a las mujeres más invisibles de la sociedad

Ibón S. Rosales
 Basta con dar un paseo por la calle Molino de Viento, Pamochamoso o Ángel Guimerá para ver de cerca a las mujeres que ejercen la prostitución en la ciudad. Existen, están ahí, haciendo la calle, también en el Puerto, en pisos y clubes. ¿Por qué? ¿Cuál es su historias? ¿Quién las ayuda? El Centro Lugo lleva 27 años con ellas, con las mujeres más invisibles de nuestra sociedad.
El Centro de día Lugo nace en 1988 en la capital grancanaria para atender a mujeres en situación de prostitución. Dos trabajadoras sociales, una psicóloga, una administrativo, una limpiadora y 17 voluntarias conforman el centro, creado por Cáritas, que cuenta con financiación del Consistorio.
Suena el timbre, una mujer entra cansada tras una noche larga de trabajo y se encuentra con un recibidor y un sillón. Al fondo del pasillo huele a café y a dulces. "La cocina es el motor de la casa, desayunan y hablan entre ellas o con las voluntarias, les sirve como desahogo emocional", relata Idaira Alemán, coordinadora del Centro Lugo. "Es el espacio de desconexión, después pueden hablar con las trabajadoras sociales o con la psicóloga", añade. "Lo que piden cuando llegan al centro es empleo, también apoyo psicológico, gestiones de la tarjeta sanitaria, información y asesoramiento". En el centro no juzgan ni se posicionan con respecto a la prostitución: "Acompañamos a las mujeres en aquello en lo que quieran ser acompañadas, ellas establecen objetivos y toman las decisiones, nosotras intentamos que el camino sea la protección y la garantía de sus derechos". Pero es complicado que salgan de esa situación, sólo en 2016 atendieron a 610 mujeres en contexto de prostitución.

La mayor parte de las mujeres no tienen recursos económicos y sí cargas familiares que mantener, en la Isla o fuera. "Si por un servicio cobran 20 euros pero deben pagar la cama a 6 euros, más preservativos, lubricantes y agua... Se alimentan con la comida de vendedores ambulantes porque muchas no salen de su lugar de trabajo", relata Alemán. Ni comen bien, ni duermen bien. "A eso súmale llevar una doble vida, ser Carolina en la calle y María en la casa, viven con miedo a ser reconocidas", plantea. El apoyo está ahí pero sin recursos el cambio no llega. "No podemos ofrecer alternativas sino garantizamos una salida económica", admite la responsable.