En apenas 15 años, Canarias será un territorio sobrecargado de viejos, con una pérdida importante de población infantil y juvenil, que necesita urgentemente de la inmigración si quiere crecer en lo social y en lo económico. Ese es el pronóstico optimista que apuntan las últimas proyecciones de población del Instituto Nacional de Estadística (INE).

Si repartiéramos el territorio de forma proporcional a la población actual, las cinco islas no capitalinas (Lanzarote, Fuerteventura, La Palma, La Gomera y El Hierro) y el municipio de Telde, el cuarto más poblado del Archipiélago, estarían habitadas sólo por integrantes de la tercera edad a la vuelta de 15 años. Al resto de la población prevista para 2031 le bastará con el espacio disponible en el resto de Gran Canaria y en Tenerife. La comparación no es gratuita, porque la tendencia que se señala en el estudio advierte del creciente trasvase de población a las grandes ciudades y el abandono por envejecimiento de las zonas rurales y de los núcleos más pequeños, además de un éxodo sin precedentes de la población más joven.
Si los mayores de 50 años se duplican, por debajo de esa frontera de los 50 la pérdida es del 34%. La columna que soporta el peso del futuro pierde un tercio de su masa. Para esas mismas fechas, Canarias perderá 77.486 menores de 18 años, el 20,2% de la base de la pirámide actual. Si nada cambia, el saldo vegetativo será negativo a partir del próximo año en Canarias; morirán más personas de las que nacen, y esa diferencia no parará de crecer en los próximos 15 años. La otra gran fuga de población se agrupa en la franja de los 26 a los 50 años, de la que se caen 151.786 personas, el 32% del recuento actual en la bolsa de la edad más productiva, donde la emigración se impone como alternativa, y la inmigración como necesidad. Todo un dilema para el nacionalismo local.