Comparte nombre y nacionalidad con el futbolista del PSG Makan Traoré,
pero no su suerte. Este maliense, de ojos grandes y enormemente tristes,
lleva media vida dando vueltas por un mundo en el que no parece encajar
o en el que no le dejan encajar. Makan no es un santo, pero tampoco un
demonio. Siempre se ha buscado la vida como ha podido, unas veces con
más fortuna que otras, pero, desde hace dos años, esa leve luz que lo
iluminaba se ha ido apagando. Vive en una cueva del barranco de Santos.
“Mi única compañía son las ratas y sus mordiscos”, asegura este maliense
que salió con 17 años de su país. Hace más de 10 años que no ve a su
madre. Llegó a España en 1996 y lo hizo de la misma forma que hoy lo
hacen miles de inmigrantes africanos, a través de Ceuta y Melilla. Entró
en España de manera ilegal y su primera parada fue Barcelona. Asegura
que se fue de Mali por miedo y por buscarse la vida lejos de la pobreza.
Y es que Makan lleva dos años en esa cueva del barranco de Santos a la
que llegó después de que perdiera la última casa en la que vivía,
vivienda que había ocupado. La pintó, arregló puertas y ventanas, pero
no fue suficiente. Los herederos de la propiedad la reclamaron y, en
cuanto pudieron, cambiaron cerraduras y se quedó fuera. Makan asegura
que la perdió por su exmujer. “Yo vivía allí y la recogí a ella y a su
novio porque no tenían donde estar. Es la madre de mi hijo, no la podía
dejar en la calle”, dice. Su exmujer, siempre según el relato de Makan,
lo denunció por maltrato y un juez firmó una orden de alejamiento que lo
ponía en la calle. Eso propició que los propietarios forzaran su
marcha. La cueva fue su única opción.
Cuando no tiene nada se va a los contenedores de basura. Si tiene
suerte, puede conseguir una hamburguesa a medio comer o un trozo de
pizza que ya nadie quiere o carne que no huele muy mal o fruta y verdura
que no esté muy pasada. “Me he puesto enfermo muchas veces por comer
alimentos que no estaban bien, pero no había otra cosa”, relata.
Makan es ilegal. Es una persona, pero es ilegal a ojos de la
Administración. No tiene papeles, la oficina de extranjería lo está
buscando para deportarlo. Está en esta situación desde 2013. Los partes
médicos que corroboran su enfermedad, su falta de ingresos o sus
condiciones de vida deberían ser suficientes para concederle un permiso
por cuestiones humanitarias. Su consulado, el de Mali, no le responde.
Makan dice que tendría que ir a Madrid para conseguir el pasaporte.
Cuando se le pregunta qué es lo que quiere, no dice dinero, ni comida,
ni salud. “Quiero una casa para poder tener a mi hijo. Me lo quitaron
porque vivo en una cueva”. Lo dice casi llorando.