Francisco Pomares.
Una noticia de agencia nos recuerda que el Parlamento de Canarias es –de todos los parlamentos autonómicos españoles- en el que menos tiempo se trabaja. No se entra en la cuestión de la productividad en materia de elaboración de leyes, iniciativas o sesiones de control al Gobierno, no. Calcular la rentabilidad política es imposible. De lo que se trata es que el reglamento de la Cámara canaria regala a sus señorías cuatro hermosos meses de vacaciones, cuatro.
Tres durante el verano –de julio a septiembre- y todo el mes de febrero, por los Carnavales. La mayoría de las Cámaras –tanto las regionales como las estatales- establecen como fecha de descanso el mes de enero, pero en Canarias se decidió parar en febrero, durante la elaboración del primer reglamento, en 1983. Quizás les resulte asombroso el motivo que se alegó en aquél entonces, pero en un Parlamento casi íntegramente ocupado por hombres (la única diputada era la socialista Loly Palliser, consejera de Turismo en el Gobierno de Jerónimo Saavedra), varias de Sus Señorías no tinerfeñas explicaron en la Comisión encargada de redactar el reglamento que viajar a Tenerife durante los Carnavales podría crearles problemas domésticos.
Con la decisión adoptada por unanimidad en el 83, el Parlamento de Canarias ha arrastrado su fama de poco laborioso durante siete enteras legislaturas –la provisional y las seis pasadas-, hasta que en ésta se ha planteado por vez primera estudiar una necesaria reducción de los períodos inhábiles, siguiendo el ejemplo del Congreso de los Diputados, que también quiere que sus parlamentarios se lo curren en el mes de enero y en el del julio. Mantener cerrada esa caja de resonancia política que es la Cámara baja no parece muy lógico en tiempos de tanta agitación política. Y lo mismo que ocurre en Madrid, pasa en Canarias. De hecho, durante esta legislatura, la Mesa del Parlamento de Canarias se ha visto forzada a habilitar tiempo extraordinario para celebrar algunos plenos.
En plena crisis resulta más que conveniente predicar con el ejemplo, y el Parlamento no se anduvo muy fino con lo de la subida de sueldos a los diputados, establecida a principios de legislatura y –hay que decirlo- después de cuatro años con los salarios congelados. Pero aunque el asunto no sea de gran trascendencia presupuestaria, nadie duda que el aumento de las retribuciones en un diez por ciento fue absolutamente inoportuno, más aún cuando se produjo en la antesala de la mayor crisis económica de la Democracia. Ahora sabemos que –además- sus señorías son las que menos trabajan de todas las Comunidades Autónomas.
Por eso la decisión de ampliar el tiempo laboral (sin tocar los salarios) podría ser un sistema eficaz de quitarse de encima el sambenito de ser –además de los ‘bien pagaos’ de Canarias- los diputados regionales más vagos…