Teresa Cardenes
Es posible que alguien piense en el Partido Popular que es una práctica políticamente virtuosa la de encanallar el escenario hasta que resulten indistinguibles los pecados y los aciertos, las víctimas y los verdugos.
Y que, dado que el fin justifica los medios, es posible manipular hasta la náusea una colección de aparentes verdades, aún a costa del descrédito de instituciones públicas cuyo prestigio, asociado inevitablemente a la confianza ciudadana, habría que mantener escrupulosamente al margen del trapisondismo político. He aquí, sin embargo, cómo el PP que dirige José Manuel Soria lleva semanas sembrando minas allí donde sólo debería examinar su propio comportamiento o, para ser más exactos, el de aquellos cargos públicos que se encuentran en apuros ante la Justicia por una o varias imputaciones de delitos de corrupción.
La ecuación es muy sencilla: si los escándalos de los nuestros se multiplican en los tribunales, demos la vuelta al calcetín y pretendamos sin asomo alguno de rubor que la culpa fue del que sacó la lupa y empezó a destripar las vergüenzas. A fin de cuentas, sembrar insidias y repetirlas sin descanso a través de una corte de replicantes puede proporcionar un utilísimo biombo tras el que camuflar la podredumbre de los presuntos cohechos, prevaricaciones y tráficos de influencias que acumulan en proporción francamente bochornosa los casos Faycan y Góndola,así como las impresentables mentiras que trufan el caso salmón.
Sin embargo, hay fronteras que nunca conviene traspasar. Y una de ellas es claramente la instrumentalización de los muertos. Y menos aún si se trata de niños cuyos cuerpos frágiles y yertos han llevado el espanto a los ojos de todos los canarios tras el último naufragio en la costa de Teguise.
La memoria es frágil, pero no tanto como para olvidar que la inmigración procedente de África no fue nunca un asunto sobre el que el PP se distinguiera por su delicadeza en el trato a los seres humanos. Alguna de las furibundas voces que se alzaron ayer para increpar a Carolina Darias por las muertes de Teguise daban órdenes en el pasado para baldear años atrás a los negros que dormían en los bancos de Santa Catalina o sencillamente empaquetarlos como fardos en vuelos con destino a Madrid. Ahora se desgañitan con los supuestos fallos del SIVE. Pero no porque les importen los muertos (¿recuerda alguien alguna expresión de condolencia del PP en las semanas precedentes?), sino porque los cadáveres también valen como munición en esta guerra impresentable.