Ángel Manuel Rodríguez Calderín
Los colores, negro y celeste, resultan familiares, puesto que predominan en la mayoría de las pateras. Los palos que la conforman están desgastados, lo que nos permite hacernos una idea de la dura travesía que han recorrido.
Tanto los tornillos como los clavos formaban parte de la patera original, no se trata de meros accesorios.
La parte superior de la cruz es más oscura, invitándonos a reflexionar sobre la cantidad de personas que se hundieron en la noche y no llegaron a su destino.
Junto a la Cruz encontramos un trozo de madera que formaba parte de la base de la patera; y al mismo tiempo, también se aprecian distintos objetos y materiales auténticos del largo viaje: gorras, latas, llave de bujía, medios de pesca...
En la realización de esta cruz, no era posible dejar de sentir algo “misterioso” en cada palo que colocaba. Imaginar el sufrimiento, el miedo de los que estuvieron en esa patera, sus sueños y el precio a pagar…
No es fácil trasmitir su testimonio y al mismo tiempo la ilusión de las personas que deciden embarcarse. Por eso no busquemos para reflejar la vida de los inmigrantes una cruz atractiva a la vista. Veamos en esta cruz la cruda realidad que muchos han vivido y otras tantas están en ella en estos momentos.
La hemos llamado la Cruz del Encuentro porque busca el encuentro. Encuentro, sin duda, entre los ciudadanos de los países de destino y los migrantes. Encuentro, también, entre países enriquecidos y empobrecidos. Porque hoy la emigración es un robo. Y los pueblos emisores necesitan a las personas que pierden. Solo una humanidad de "Todos hermanos" es la solución y hacia ella caminamos.