martes, 18 de octubre de 2016

El espejo majorero


Vicente Llorca
Muertes por falta de ambulancias, urgencias en barracones, hospitales sin especialistas, obras en centros sanitarios que se eternizan, pacientes oncológicos a expensas de enlaces aéreos, mil enfermos mentales que esperan por una residencia. Pareciera un retrato de la Canarias subdesarrollada de los tiempos de la negrura y, sin embargo, es la Fuerteventura de hoy. La Fuerteventura destino turístico pujante, como Canarias toda, que sigue arrastrando carencias insólitas y que hace bien poco se manifestó, con una sola voz, reclamando una sanidad digna y espera que la demanda se satisfaga y las comprensivas palabras de los políticos dejen de ser solo eso y se hagan realidad los compromisos contraídos.
También esperan los padres de los 2.000 críos que precisan atención temprana en este Archipiélago y que siguen sin tener asistencia pública, por muy cariacontecidos que se pongan los responsables políticos cuando dicen haberse enterado de esa dolorosa realidad, que no es nueva y que debieran, si de responsables hablamos, haber conocido hace mucho.
Como hace mucho tenía que haberse actuado para atenuar el peligro de los incendios sobre los montes y personas, como ocurrió este último verano en La Palma, donde perdió la vida el guarda forestal Francisco Santana Álvarez, a quien esta semana se le rindió un tributo oficial, pero en el que tuvo que ser su viuda la que recordase que podían habérselo ahorrado si se hubiesen activado las medidas preventivas desde siempre reclamadas por los que bien conocen los montes.
14.518 dependientes, de los 30.518 que hay reconocidos en esta comunidad, también esperan que se les atienda; y, por supuesto,  muchos de ese 88,7% de los contratados en los últimos meses, que viven en la temporalidad,  anhelan mejoras laborables que les saquen de su condición de trabajadores pobres, y no solo servir para maquillar una economía que mejora para unos pocos.