miércoles, 27 de noviembre de 2013

Los doce apóstoles del gas, elegidos a dedo y conducidos al fracaso

F. CHAVANEL
En los inicios de la legislatura de 2003-2007, con Adán Martín  de presidente, y Mauricio de vicepresidente y consejero de Economía de Hacienda, en aquel pacto territorial de CC con el PP, donde Soria desde la capitanía general del Cabildo de Gran Canaria tenía una directa influencia en aquel gabinete, ambos, los dos líderes grancanarios, pactaron el desarrollo de unos cuantos sectores estratégicos entre los que figuraban la implantación del gas en las dos islas mayores, y una Gran Marina para Las Palmas capital que cambiaría por completo el horizonte de su costa. En este último asunto Mauricio y Soria pensaban en implantar un modelo similar al de Singapur. Gente viajada.
La implantación no implantada del gas ya ha gastado al erario cincuenta millones de euros. De momento para nada. Nadie sabe si al final Granadilla recibirá el permiso de Bruselas, judicializada como está la iniciativa tanto en los juzgados de Tenerife como en la UE. Se supone de que los dos problemas éste es el fácil. Sin embargo ya vamos por el año diez y todavía no hay puerto en medio de aquel territorio dominado por una fuerte ventolera. En Gran Canaria la situación aún es peor. La presencia colosal de Antonio Morales impide cualquier maniobra, entre otras razones porque la ley le da la razón en cuanto a la ubicación de la planta, la cual debe estar situada a varios kilómetros de colmenas habitadas por humanos. Para arreglarlo habría que consumar un pacto, un consenso, algo parecido a un acuerdo, esa ignota y difícil asignatura en la que nuestra clase política se muestra lega y bárbara para desgracia de los contribuyentes.
Mauricio eligió con su dedo a los «doce apóstoles», los doce empresarios, seis por cada isla mayor, que recibirían el consabido crédito bancario a bajo interés, para afrontar la construcción de dos moles por doscientos millones de euros la totalidad. Las empresas se pondrían de acuerdo en cuanto a la manera de transportar el gas, en la construcción de las plantas, en todos los negocios de arriendo y subarriendo que  vertebrarían la espina dorsal del invento. Los empresarios que no fueron elegidos por la parte grancanaria hicieron lo siguiente: una vez reconocido que era un excelente negocio se dedicaron a boicotearlo; estudiaron sus fisuras y estimularon una oposición precisa y con dientes largos hasta que consiguieron que encallara. Era una tontería, lo más simple del mundo, estaba hecho y cerrado, Madrid apoyando y ayudando, los bancos esperando con el dinero escuchando la conversación, y todo se fue por la borda porque el inteligentísimo Mauricio se olvidó repartir la tarta.
En Tenerife pasó algo similar. Un empresario, uno de los doce apóstoles me lo contó hace poco. Mauricio convocó una reunión para los veinte primeros del PIB de la provincia oriental. Ahí fue bastante más democrático. Les explicó el milagro. Lo de la conferencia de Kyoto, que dependíamos demasiado del petróleo, que había que bajar la tarifa eléctrica, que él hablaba por CC, por el Gobierno de España y, por supuesto, por el PP, que su amistad con Soria era profunda y extraordinaria, y se repartían los papeles según la estrategia. Cuando les habló del dinero en juego, cómo conseguirlo, como pagarlo con los mismos beneficios que la vaca lechera daba sobre la marcha, y cómo sacar beneficio,  los ojos se les salían de las órbitas. Entonces el genio patinó: «Los empresarios adecuados para esta operación son éste, éste y éste», y mencionó a los seis apóstoles de Tenerife. Acabo la reunión y, a continuación, reunión de pastores. El empresario al que cito me dijo: «Me marchaba contento –había sido elegido por Mauricio-  cuando al coger el coche reparo que por allí andaban unos ocho o nueve reunidos, hablando de lo sucedido. Yo me dije para mí: esto no sale; y así fue: «No salió». 
Este es el caso: una brillante idea, necesaria, clave, destrozada y decapitada porque se lleva en secreto, en el ambiente tétrico de las conspiraciones, porque no se comparte con la sociedad, porque desde el poder se elige al amigo y al enemigo… A los dos: al amigo que está contigo, y al enemigo que te hará descarrilar.