Rebeca Díaz
/ Las Palmas de Gran Canaria
La casa en la que reside Chani Jiménez hace casi 30 años, en Tamaraceite, hace mucho que dejó de reunir condiciones. Humedades que han provocado la caída de los techos y han dejado las tuberías al descubierto, filtraciones de aguas fecales y presencia de ratas es su panorama de cada día. Pese a que ha denunciado reiteradamente su situación, no obtiene respuesta.

Las filtraciones de aguas fecales la obligan a dormir en el sofá de su pequeña sala de estar, pero también han traído consigo otro contratiempo aún mayor, la presencia de «ratas como gatos» que incluso han llegado a morderla mientras descansaba. «Hace como un año me mordieron en la pierna y todavía la tengo mal porque, tiempo después me hice daño en la misma pierna en una visita a mi familia, en Agaete», comenta mostrando la venda que aún cubre su extremidad izquierda.
Chani, que recibió esta casa del Ayuntamiento, afronta el pago de los recibos de agua y luz. Pero la paga no contributiva que recibe esta mujer, que cuenta con una discapacidad del 79%, no le permite ni pensar en un cambio de residencia sin ayuda institucional.
«Llevo muchos años pidiendo al Ayuntamiento otra vivienda y estoy cansada, porque nadie viene a ver cómo estoy viviendo», se lamenta. Añade que «solo una vez vino un perito a medir la casa, pero nunca más ha venido nadie a verla».