jueves, 15 de octubre de 2009

Política sin moral





S. DÍAZ BRAVO | SANTA CRUZ DE TENERIFE

Las mociones de censura proliferan en Canarias como nunca antes. En el origen del fenómeno subyace el surgimiento de una clase política profesionalizada y la pérdida de los valores ideológicos. Ha llegado la temida hora del poder por el poder.
Los partidos políticos modernos han perdido el horizonte ideológico para tornarse en oficinas de colocación. El objetivo es acaparar poder, el máximo posible y durante el mayor tiempo posible. La paciencia no encuentra acomodo en tales organizaciones, cuyo éxito depende en exclusiva del favor de la opinión pública. Y precisamente por ello han dejado de lado los planteamientos ideológicos, porque predicar unas determinadas ideas requiere tiempo para quien las expone y tiempo para quien las escucha, unos condicionantes que se antojan imposibles en un mundo donde impera lo efímero.
Los partidos carecen de planteamientos ideológicos de peso, y los ciudadanos que se aferran a unos líderes y a unos colores lo hacen de forma visceral, como quien se transforma en incondicional seguidor de un equipo de fútbol. Si un defensa propio le rompe la crisma al delantero del equipo contrario dentro del área, la única explicación posible es que el adversario se ha dejado caer, diga lo que diga el árbitro.
Ante tal panorama, con la política convertida en el necesario medio para el logro de un fin inmediato: el poder, imprescindible para justificar la propia existencia de las organizaciones políticas, la única vía posible es exprimir las leyes a fin de alcanzar la meta, independientemente de cuál haya sido la voluntad de los electores y de si los necesarios aliados se encuentran en el vecindario o en las antípodas ideológicas.

Esa ansia de mando inmediato explica paisajes políticos como los que pueden contemplarse en Canarias, donde a pesar de que se atraviesa una crisis que aconseja prudencia y estabilidad, a lo largo de los dos últimos años se han sucedido nada menos que 19 rupturas de acuerdos entre partidos y 10 mociones de censura. Se trata de una cifra tan contundente que surge la irremediable pregunta: ¿qué motivos arguyen los promotores de las mociones de censura para llevarlas a cabo?

La respuesta es sencilla: una característica común de los cada vez más numerosos aficionados a la presentación de mociones de censura es su aversión a justificar tal decisión con argumentos objetivos. Las mayoría de las veces el alcalde ejerciente no ha robado dinero, o al menos no existen pruebas de ello, el municipio vive más o menos en paz y los vecinos prestan más atención a los resultados de la Liga que a los tejemanejes políticos. Así las cosas, se atribuyen una representación ciudadana que trasciende claramente las fronteras democráticas: "Nuestra decisión responde al clamor popular", tal fue la justificación esgrimida por el propio Marcos Brito. Curiosamente, la apelación al "clamor popular", en este caso a su favor, fue el mismo recurso que empleó la hasta ese día alcaldesa para desacreditar la censura en su contra.

El asalto al poder al menor resquicio, desde el mismo momento que las matemáticas políticas lo hagan posible y sin atender a situaciones reales de desgobierno, se ha convertido en un fenómeno intrínseco a la política canaria cuyos detractores probablemente mañana se conviertan en cómplices. Y viceversa.