jueves, 26 de diciembre de 2024

LA RIC - El Canario Socarrón

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Ahora sí que me riscaron la perra, y esta vez no fue el conejo el culpable. Fue la RIC, esa varita mágica que convierte impuestos en chiringuitos fiscales y viviendas en trampas de especulación.

Nos la vendieron como el remedio milagroso para el desarrollo de Canarias, pero, como ocurre con todo truco barato, el verdadero truco está en quién se queda con la magia y quién paga la cuenta.

La Reserva para Inversiones en Canarias, esa joya fiscal que dicen que beneficia a todos, no es más que un jardín con flores de plástico.  Bonito por fuera, inútil por dentro.

Dicen que está para reinvertir en el desarrollo de las islas, pero en realidad es un buffet libre para grandes fortunas.  Construyen viviendas, sí, pero no para que vivas, sino para que esperes a que ellos decidan cuánto quieren ganar contigo.

La RIC no es desarrollo, es un casino. Y nosotros somos las fichas.

Imagina que estás en un banquete, pero solo puedes mirar mientras otros se empachan. Eso es la RIC para el pueblo canario.

Te prometen que el dinero se reinvierte en la economía local, pero lo único que crece son los precios del alquiler, mientras las viviendas se quedan vacías, esperando al mejor postor.  ¿Te sorprende? No debería.

Este es el país de los espejismos fiscales, donde los que tienen mucho logran tener aún más, y los que no tienen nada, se quedan con las migajas… si es que llega alguna.

Nos dicen que la crisis de la vivienda es un problema complejo.

Complejo es un sudoku, no esto.

Aquí el problema es clarito, unos pocos especulan con las casas mientras muchos no tienen dónde caerse muertos.  La RIC ha sido como darle las llaves de la despensa al ratón.

Y el Gobierno, en lugar de poner freno, le aplaude mientras se come todo el queso. Y no nos vengan con cuentos de que esto es «legal».

Legal es, claro, porque ellos mismos escribieron las reglas.  Pero moralmente, es un cachondeo. 

Cuando usas una herramienta fiscal para construir viviendas que luego alquilas al triple de su precio, o simplemente las dejas vacías porque estás jugando al ajedrez del mercado, eso no es inversión, es un robo con guante blanco.

Es como si un agricultor recibiera subvenciones para plantar tomates, pero en lugar de venderlos, los apilara en un almacén esperando que se pudran porque sabe que la próxima cosecha le será más rentable.

Eso es lo que están haciendo con la vivienda en Canarias.  Solo que aquí no hablamos de tomates, hablamos de hogares. De familias. De vidas.

Y mientras tanto, Coalición Canaria al servicio de los mismos de siempre, sus colegas de las élites empresariales que les sostienen en el poder para no poder sus ventajas y se llenan la boca con discursos vacíos.

Que si «promoción del alquiler asequible», que si «combatir la especulación». Bla, bla, bla. Nos han dejado como a un coche sin gasolina, cuesta abajo y sin frenos, mientras ellos se dan un paseo en limusina.

La RIC podría haber sido un motor de cambio, una herramienta para crear un futuro más justo.

Pero en lugar de eso, es un chiste cruel, un juego de trileros donde la bolita siempre termina en el bolsillo del de siempre.

¿Es esto lo que queremos para Canarias? 

¿Un paraíso para especuladores y un infierno para los que solo quieren vivir? 

Si no cambiamos las reglas del juego, nos quedaremos con un archipiélago lleno de casas vacías, pero sin hogares.  Porque, señoras y señores, en esta partida la perra ya está riscada. Y no fue el conejo. Fue la codicia.