Enrique (i) conj Julián Gómez del Castillo y un joven, nieto de Julián, Pablo Linares |
Sebastiana González Melián/facebook
Querido amigo Enrique, hasta ahora no me salían palabras para contarle a los demás lo que significabas y aportaste a nuestras vidas, y solo me sale GRACIAS, gracias por tu vida, gracias por tu matrimonio, gracias por tu hogar siempre abierto a los amigos, gracias por tu profesión, gracias por ese inmenso corazón, gracias por tus conocimientos, gracias por tu militancia, gracias por tus palabras, gracias por tus silencios, gracias por tu testimonio, gracias por tu fe, gracias por velar por lo importante. Gracias a Dios que quiso que nos encontráramos en movimientos cristianos que tenían como referencia a él Jesús encarnado en los pobres.
La última de nuestras conversaciones que mantuvimos fue en Valladolid, recuerdo que me dijiste, Chana, a los jóvenes hay que recordarles que no se puede vivir un compromiso cristiano sino no hay acción transformadora, y hoy es más urgente que nunca, era sin duda unas de las preocupaciones que te llevaste contigo, por eso ahora que te creo junto al señor y a tantos militantes que nos han precedido, intercede por nosotros para que no nos olvidemos de lo importante por estar entretenidos por lo urgente.
Mi solidaridad con Angela tú esposa, y con tus hijas; Monica, Marta, Isabel, Angela y María, también con sus esposos y nietos, no he podido darles un abrazo físico, pero los llevo en mi corazón.
Las personas como tú nunca mueren porque están en la memoria y en el corazón de mucha gente.
Hasta mañana en el altar amigo.