jueves, 8 de noviembre de 2007

LOS AMPUTADOS DE LOS CAYUCOS


Perdieron una pierna, las dos, todos los dedos o parte del pie tras un duro viaje en patera o cayuco. Las pequeñas heridas que tenían se les infectaron a causa de la humedad y los médicos no pudieron salvar sus miembros. Algunos fueron atados para impedir que se cayeran por la borda. La mayoría vieron morir a sus amigos. Son los amputados.

José Naranjo. Las Palmas.

Al guineano Mamadou Coulibaly siempre le gustó el fútbol. De hecho, se ha pasado media vida soñando que un golpe de fortuna le convertía en el nuevo Diarra, Drogba o Eto'o, jugadores africanos que triunfa en las ligas europeas. Sin embargo, para este joven de 24 años el sueño largo tiempo acariciado se acabó burscamente el día que despertó en una cama de la Clínica Santa Catalina, levantó la sábana que lo cubría y observó horrorizado que le habían amputado una pierna. A los pocos días, le cortaron la otra. Mamadou vivía con su madre en un pequeño pueblo en la frontera entre Malí y Guinea Conakry hasta que hace dos años y medio decidió perseguir su destino y se fue a Nuadibú, primera estación hacia Europa. Allí trabajó duro en una lavandería, reunió los 700 euros que le costó la plaza en un cayuco y, sin pensárselo dos veces, se hizo a la mar. Sin embargo, las cosas se torcieron pronto. A los cuatro días de navegación ya se habían quedado sin agua, sin comida y sin gasolina. Mamadou tenía miedo a morir. Ataron sus piernas con un sedal de pesca a las maderas del cayuco para evitar que se cayera por la borda.
Tres días después, diez de sus compañeros habían muerto y habían sido arrojados al mar. Fue entonces cuando Mamadou perdió el conocimiento. al noveno día, exactamente el pasado 3 de junio, un avión del Servicio Aéreo de Rescate los avistó y un helicóptero de Salvamento Marítimo trasladó a Mamadou al hospital. Los médicos lograron salvar su vida, pero no sus piernas.