Cuando la violencia machista no es violencia - por Nicolás Guerra Aguiar
Sucedió días atrás en Las Palmas de Gran Canaria. La señora titular del Juzgado de lo Penal número dos condena a una mujer a dos años de cárcel. La pena como tal no es noticia: a fin de cuentas todos los días hay juicios. Pero esta sí es llamativa; quizás anómala dada su infrecuencia: castiga a la acusadora (en cuatro ocasiones había denunciado a su pareja por amenazas e intimidaciones a través de redes sociales).
El hombre fue detenido el 25 de diciembre de 2016, día festivo. Posteriormente, el señor juez instructor ordena el ingreso en prisión. Pasa tres meses en la trena, donde la sospecha que lo ha llevado a la pérdida de libertad no se considera como hipotética, supuesta o presunta. Allí los posicionamientos son radicales por más que se pregonen inocencias, malentendidos, sucias jugadas o injusticias (como entre ciertos profesionales de la política, por cierto).
Luego se descubre: las acusaciones eran falsas. La denunciante, por tanto, también deberá abonar 8000 euros a su expareja por los perjuicios ocasionados. Como si calabozo (butrón), esposamiento, furgón policial (canguro), cárcel (talego, trullo), celda (chabolo), lentísimo paso de los días a la sombra, temor a otros, desajuste psicológico, conciencia personal de injusticia sobre uno mismo, depresión, deshonor… pudieran resarcirse con euros.
Tres meses en la cárcel por una denuncia. Por tanto, debo sospechar que el señor juez instructor manejó documentación o información contundentes para decretar el encarcelamiento, último recurso. Y que durante la detención e inmediata prisión de nada sirvió el extraordinario desarrollo tecnológico para comprobar que el ordenador del acusado no guardaba texto alguno con amenazas. Porque el procedimiento se llevó con rapidez y profesionalidad, no tengo duda: estaba en juego la honorabilidad de un ciudadano. Pero a los tres meses la Policía concluye que las amenazas fueron enviadas por la mujer.
No sé si ella cumplirá la pena de prisión, pero quien pasó tres meses tras los barrotes fue el hombre a pesar de su inocencia. Obviamente, perdió no solo un trienio de su vida: también el empleo. ¿Seguirá creyendo en la justicia preventiva? Concreto más: ¿en la Justicia?