domingo, 30 de septiembre de 2007

Qué descaro, comandante

Andrés Chaves
1.– Un comandante sindicalista de Binter, que no voló ni un solo día en uno de los meses de conflicto de la compañía, recibió en su nómina 8.944,17 euros. Esta cantidad sale del líquido a percibir (¡por su trabajo!) más un adelanto por dieta de desplazamiento. Los comandantes de Binter –unos 30– ganan entre 180.000 y 210.000 euros brutos al año. Para obtener lo que el piloto citado recibió, un profesional debe volar entre 16 y 17 días al mes. Estas cifras, que son inapelables y ciertas, dan idea de los parámetros en que se mueven estos privilegiados de la aviación en la principal empresa aérea regional canaria. He escrito sobre este conflicto algunas veces y también sobre las intenciones de algunos responsables de la compañía de devaluar Binter para potenciar Naysa. O sea, que me considero una persona neutral, al menos, aunque no objetiva porque la objetividad no existe.
2.– Ni los directivos de Binter son unos angelitos, ni los pilotos son siempre los buenos de la película. Por cierto, que a los que siguen la huelga (excepto a los sindicalistas) se les descuenta las horas no voladas a causa del paro. Aquí los únicos inocentes son los pasajeros. Binter fue comprada a Iberia por cuatro perras, con dinero de empresarios tinerfeños y de Las Palmas. Significó la operación, probablemente basada en el uso de información privilegiada, un negocio redondo para todos ellos. Ahora, tres o cuatro directivos de Binter, los mayores accionistas, han adquirido Naysa, a pesar de haberlo desmentido con rotundidad cuando yo anuncié la operación en Canarias Confidencial. Y los pilotos, moscas, han montado una huelga que dura demasiado tiempo y que trasciende los límites de una negociación normal. Nadie tiene la razón completa, sólo el usuario, la víctima de las ambiciones desmedidas de unos y de otros.
3.– La generalidad de los pilotos se considera una clase de señoritos. No lo son. Un conductor de Titsa tiene tanta o más responsabilidad que ellos, porque ha de manejar enormes vehículos en una carretera llena de obstáculos. Ellos gobiernan máquinas perfectas. Un conductor de Titsa difícilmente supera los 2.000 euros al mes; y los comandantes de Binter ganan, trabajando 16 días y a veces, por lo dicho, sin disparar chíchara ni una sola jornada, casi 9.000 netos. ¿Es esto justo? ¿Merece la pena seguir la huelga o sentarse a negociar de una vez y dejar en paz a los usuarios? ¿Qué suerte de negociadores se ha instalado en el Sepla, un sindicato que ignora la lógica y se instala en la intransigencia más atroz? ¿Y por qué Binter no descubre de una vez sus cartas y habla claro?

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