Marta Ramos
César Piñeiro tiene 40 años y toda una vida por delante. No puede
trabajar debido a una minusvalía psíquica del 70% y actualmente
sobrevive con los 312,57 euros mensuales de la pensión que le da el
Estado, una cifra que sólo le alcanza para pagar los 250 euros del
alquiler de una casa compartida.
Como cualquier persona, tengo derecho a emanciparme y no puedo
siquiera tener una vida organizada, porque tras pagar el alquiler me
quedo con 50 euros. Mi vida es una incertidumbre». Así empieza el relato
de César, un grancanario que desde hace 10 años tiene reconocida una
discapacidad psíquica del 70% por esquizofrenia.
A lo largo de la última década, y sobre todo, en los últimos años, este
ciudadano «se ha sentido abandonado» por el Gobierno. Hasta entonces,
César tenía una vida normalizada, cuenta que con 18 años comenzó a
trabajar como vigilante de seguridad y luego como taxista, un trabajo
que tuvo que abandonar cuando le diagnosticaron la enfermedad.
Ahora, su situación es «dramática»: carece de redes familiares y
sociales que lo apoyen y tiene que vivir en un piso compartido en el que
se le va el 80% de la pensión. «Me pagan 312 euros y pago 250 de
alquiler. Echa una resta... Si pago un piso compartido no puedo comer.
Y tengo que pagar un alquiler porque la Administración no da acceso a
viviendas para personas minusválidas desprotegidas como yo», manifiesta.
César tampoco encuentra un trabajo que se adapte a sus necesidades, ya
que además de ser esquizofrénico crónico y paranoide, tiene hipertensión
y diabetes. Esa situación sumada a los escasos medios económicos con
los que cuenta hace que, a veces, tenga que medigar, según relata. Y la
calle se le hace dura: «La gente a veces no me da nada porque piensan
qeu es para la droga pero yo no tomo tóxicos, lo quiero para comer»,
dice el hombre, quien se beneficia de un reparto de alimentos por parte
de la parroquia Santa María del Pino.
El hombre asegura que hace nueve meses pidió una revisión en el Centro
Sociosanitario El Pino para volver a evaluar su minusvalía, pero según
afirma, «aún sigue esperando». Mientras tanto, su vida pasa, y sin
muchas expectativas, aunque «siempre con fe en que exista solución».