Javier Sánchez Simón/La Provincia
Uno de los temas que más me han gustado de la Hacienda Pública es el estudio de los tributos como estabilizadores automáticos y discrecionales. Es decir, cómo se comporta la economía en situaciones de crisis con o sin tributos y cómo puede influir en cada momento un impuesto, por ejemplo, para capear la crisis incentivando o desincentivando comportamientos. A mis alumnos les he explicado que alguien en los gobiernos hace estudios para analizar estas situaciones y que siempre se tiene éxito, y cuando no se tiene es porque se ha beneficiado a alguien, o porque directamente ha sido capricho del político de turno. Y es así de rotundo porque el estudio y las conclusiones son tan antiguos como la fisiología humana y no hay margen de error. Cuestión distinta es que no se esté de acuerdo con el sistema de comportamiento ante el fenómeno tributario o que se quiera más o menos tributos, pero los efectos son los que son.
¿Qué pasa con Canarias? Una Comunidad con desigualdades enormes en la que tenemos un REF para quienes obtienen beneficios, ya sea mediante incentivos al ahorro, a la inversión, a la puesta en marcha de producciones cinematográficas, al segundo registro de entidades navieras. Con una imposición al consumo que nos aísla del resto del mundo, que nos excluye del comercio electrónico, por ejemplo. Con un gravamen proteccionista que no aguanta una mínima evaluación, como es el AIEM.
Pues bien, hemos tenido recientemente la noticia de que la perfumería va a tener una reducción de tipos impositivos importantes en el IGIC. En cambio, la vivienda nada, y la alimentación, como es la masa de pan congelada, sigue con un AIEM del 10 %.
Es decir, va a tener mejor tratamiento el Chanel 5 que la barra de pan, por ejemplo. En un momento en que la actividad comercial aneja a la turística está disfrutando de una situación de clara recuperación.
Como antes escribía y les decía a mis alumnos, los efectos de las modificaciones tributarias son absolutamente previsibles y una modificación tan absurda no puede ser si no es querida, y en nuestra Comunidad Autónoma, no es la primera vez que nos encontramos con esos absurdos.Y no se trata de demagogia decir que existen carencias en los servicios básicos que una reducción en la fiscalidad de un buen perfume probablemente no va a compensar y desde luego entiendo que nuestros consejeros y consejeras y nuestro presidente quieran rodearse de gente sin vivienda, sin tratamiento para sus enfermedades, sin servicios sociales, pero eso sí, que huela bien. Me recuerda lo que se decía de María Antonieta, la esposa de Luis XVIII, cuando decía que los pobres de París no tenían pan para comer, y les contestó que al menos tendrían dulces. Pues aquí igual, pero sin Revolución. ¿Que no hay dinero para los medicamentos para las farmacias? Pues que vendan colonias, que para eso les hemos reducido el IGIC.