JESÚS VILLAR
Salvo en el siglo XVI, no creo haber leído que Canarias haya recibido tantos emigrantes en su historia como en los últimos 20 años. Durante los más de 500 años de su historia moderna, han pasado por aquí millones de personas que han llegado por mar y aire. Han venido y siguen viniendo de la península, de todos los continentes y de todos los países. Algunos de ellos se quedaron un tiempo o para siempre, echaron raíces y sus genes se esparcieron y se mezclaron para crear un caldo de apellidos que han hecho de Canarias un lugar único en España y posiblemente en Europa. No hay más que leer el listín telefónico de nuestras islas para darse cuenta de ello. Y no digamos nada del crisol en el que se ha convertido la escuela en el archipiélago; en algunos colegios de algunos barrios capitalinos o de algunos pueblos, los niños y niñas nacidos de padres canarios igualan o no superan en número a los que proceden de otros puntos del planeta.Pero Canarias también ha visto cómo en diferentes épocas se quedaba sin sus hombres, mujeres y niños. Unas veces se fueron para poblar América o huyendo de la hambruna y de la miseria de las islas para procurarse una mejor vida en la nueva tierra prometida. También sus hombres se ausentaban durante meses para vivir en alta mar en barcos extranjeros que les enseñaban un mundo desconocido que cambiaba en poco tiempo. No fueron pocas las ocasiones en que vistieron de uniforme para combatir en tierras propias o extranjeras.Guardo una foto de mi primer viaje a Nueva York a finales de los años 70, tomada en el interior de la Estatua de la Libertad, en la que señalo con orgullo el nombre de las islas Canarias en un enorme panel donde se honra a todos aquellos lugares del mundo que contribuyeron a poblar los EE.UU. Recordemos que fueron 17 familias canarias las que en 1731 fundaron la ciudad de San Antonio de Texas.La diversidad nos ha hecho siempre más fuertes porque ha sacado al canario del caparazón de tortuga en el que parece estar cómodo viviendo. Toda la franja que bordea el Paseo de la playa de Las Canteras es un testamento de la enorme diversidad de la ciudad más importante de Canarias. En muy pocos kilómetros, un bosque de tiendas, restaurantes, cafés y otros lugares transportan al visitante a otras CC.AA, a Europa, a Asia, a África o a América. No me disgusta nada de eso, aunque reconozco que en algunas ocasiones he pensado que mi cara se está volviendo una minoría, otra minoría en un mar de minorías. En ciertos aspectos, me recuerda al mundo en armonía de un anuncio publicitario de la Coca-Cola, de una película de Star-Trek o de un panfleto de las Naciones Unidas. Pero la verdad es que Canarias no hubiese sido posible sin toda esa gente que ha dejado su huella en las islas, bien porque han nacido, se han instalado o se han cansado de vivir aquí. Sin embargo, últimamente se han oído tambores avisándonos de que no todo está bien en el paraíso canario.Han sido muy desafortunadas las declaraciones hechas en nombre del progresismo político por individuos que parecen tener sangre contraria o ser hijos de nadie. No recuerdan cómo se ha formado Canarias y persisten en una idea de progreso que devolverá esta tierra a la prehistoria. He entendido que la falta de apoyo a determinados proyectos culturales o empresariales puede estar determinada por la presencia de "pocos canarios" en sus filas o de la existencia de un voluntario y ostensible "bajo rendimiento".Si trasladáramos de forma literal estas declaraciones a otros ámbitos, habría que cerrar inmediatamente todos los hospitales, orquestas, aeropuertos, bancos, hoteles, restaurantes, equipos deportivos, colegios, institutos, universidades y un sin fin de organizaciones sociales y empresariales de Canarias porque cuentan en sus filas con muchos empleados de otras latitudes. Además, habría que exigir que todos los canarios que trabajan u ocupan cargos importantes en otros sitios del mundo fueran expulsados y devueltos a sus respectivas islas. Y, por favor, no me hagan hablar del bajo rendimiento porque podrían temblar los cimientos de nuestras propias instituciones públicas y políticas.Cuando parecía que nos adaptábamos a los cambios profundos que demanda el nuevo orden mundial, un número alarmante de ciudadanos está percibiendo que cada una de las islas está tomando un rumbo centrípeto y malgasta la oportunidad de soldarse en un solo trozo de tierra sobre un mismo mar. Los trovadores de la desunión y del aislamiento de las islas son enemigos de la historia. Habría que preguntarles a los investigadores de Atapuerca si individuos como un tal Pepito Tacatum que escribe en un periódico diurno son descendientes directos del homo antecesor. El cultivo patológico de esa pureza canaria inexistente nos aísla del resto del mundo, de nuestros vecinos, amigos y familiares. Es la dinamita que acabará con la cohesión cívica y sana de la sociedad. Si permanecemos inmóviles y callados ante estos comportamientos seremos testigos y cómplices silentes de la muerte lenta e invisible de Canarias. Buen día y hasta luego.
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