ACASO CABRÍA PREGUNTARSE de qué sirve estar alfabetizado si después uno no lee. O, dándole un poco la vuelta al asunto, tal vez no sería demasiado aventurado cuestionar si la mayoría de la población canaria -de la población española, por extensión- no es analfabeta de hecho. Recurro a unos datos del Instituto Canario de Estadística que no son nuevos, pero que conservan su capacidad de sorprender. Según los cuales el 57 por ciento de los tinerfeños no lee nunca un libro, y el 61 por ciento de los grancanarios los imitan en tan iletrada actitud, inducen muchas reflexiones. O al menos deberían, sobre todo considerando que la situación es peor en otras islas: el 68 por ciento en Fuerteventura, el 67 en La Gomera, el 71 en El Hierro…. Hoy resulta una afrenta carecer de un buen coche, pero no ser un palurdo
Alcanzado este punto, lo propio sería arremeter contra los políticos. De hecho, la Consejería de Educación consume una parte sustancial de los presupuestos autonómicos. Otra cosa son los resultados. Paradójicamente, una de las comunidades que proporcionalmente más invierte en este capítulo, obtiene unos resultados que no son los deseables. Bien es verdad que no estamos a la cola del país, como habitualmente se dice, pero el panorama no se presta a demasiadas alegrías; más bien a ninguna. Tampoco son responsables los maestros, aunque antes era mayor el número de personas dedicadas a la noble tarea de enseñar más por vocación que por tener una salida profesional, cosa que ocurre ahora en excesivos casos. Pero no estamos hablando de escolares o bachilleres que no leen, sino de adultos que no leen. Quizá porque no han adquirido el hábito de hacerlo cuando alguien debió inculcárselos, o porque lo han perdido.
Las causas, desde luego, pueden ser muchas y sobre ellas se ha escrito bastante. Lo que pretendo plantear en estas escuetas líneas es la capacidad de decisión -los criterios de comportamiento político, social o de cualquier otra índole- que puede tener una persona que no lee nunca. En fin, si es un diez o un quince por ciento de la población, mal está pero resultaría hasta cierto punto aceptable; qué se le va a hacer. Sin embargo, estamos hablando en determinados territorios del 71 por ciento. Siete de cada diez -seis de cada diez nada menos que en las islas capitalinas- canarios no reciben información a través de un texto escrito. Supongo que al menos ven la televisión. Lo cual posiblemente les arrebate la poca cultura que aún pueden tener.
Lo malo de escribir sobre este tema es que jamás llegan a los aludidos. Una especie de sermón en el desierto. Espero que lo lean al menos determinados políticos. Porque el hecho de que no culpe a los encargados de gestionar la Educación no implica que los considere libres de toda maldad. A más de un oportunista posiblemente le convenga ese enorme analfabetismo de hecho que padece el Archipiélago. Siempre ha sido más fácil manipular a los ignorantes.
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