Esta Medalla al Mérito Social es un reconocimiento que le hace su ciudad por su trayectoria. ¿Cómo la recibe?
Me siento muy agradecida y es un honor para mí recibirla. Yo la interpreto como un reconocimiento, no solo hacia mí, sino a todas las personas que desde hace muchísimos años venimos trabajando para construir un mundo más justo y solidario. Son personas que conocí en el año 1974 y que desde ahí venimos concibiendo otra manera de estar en el mundo. Si me preguntan si esta medalla es un aliciente para seguir en la lucha, respondo que no. Es decir, la razón profunda para seguir en todas las luchas es la profunda convicción en la justicia de las causas, pero claro que agradezco este reconocimiento porque renueva nuestro compromiso para seguir luchando y poner el acento en los pueblos y las personas que continúan sufriendo la opresión y la injusticia. Y me gusta recordar también que no es solo un logro mío, sino que es un mérito colectivo.
¿Las raíces de ese espíritu solidario están desde la niñez en su casa?
Claro que tiene mucho que ver la familia en la que te crías. Mi madre tiene un sentido de la justicia muy elevado y también ha sido una mujer muy comprometida socialmente. Fue de las primeras mujeres en participar en el movimiento asociativo en el municipio y en el mundo sindical, y una de las primeras delegadas sindicales de su época. Mi padre también ha tenido un sentido de la justicia muy arraigado, entonces eso se mama desde casa, obviamente. Además, con solo 13 años empecé a trabajar en un almacén de empaquetado y ese ambiente laboral en un mundo de adultos también te refuerza ese espíritu de justicia.
Usted comenzó muy temprano a movilizarse en el ámbito de la solidaridad y la justicia social.
Tuve la suerte de que cuando tenía 12 años me encontré con un grupo de personas que ya venían militando en ese entonces en la Hermandad Obrera de Acción Católica (Hoac), y ahí me incorporé con ellos y empecé a descubrir que era ciudadana del mundo. Que ya no era solo de La Majadilla y que, como dijo Martin Luther King: «La injusticia, en cualquier parte, es una amenaza a la justicia en todas partes». El significado de esa frase lo entendí desde muy jovencita y también supe que las luchas nunca son hasta que una se canse o se aburra, sino hasta la victoria. Sé que la frase «otro mundo es posible» es hecha, por eso siempre le añado que otro mundo es posible si lo hacemos entre todos y todas.
Hablando del mundo, ¿cómo lo ve usted actualmente?
No es necesario saber mucho de geopolítica para entender, por ejemplo, lo que ocurre con el pueblo palestino. Este genocidio televisado en directo es un ensayo de lo que pueden hacer en cualquier parte del mundo.
Claro que tiene mucho que ver la familia en la que te crías. Mi madre tiene un sentido de la justicia muy elevado y también ha sido una mujer muy comprometida socialmente. Fue de las primeras mujeres en participar en el movimiento asociativo en el municipio y en el mundo sindical, y una de las primeras delegadas sindicales de su época. Mi padre también ha tenido un sentido de la justicia muy arraigado, entonces eso se mama desde casa, obviamente. Además, con solo 13 años empecé a trabajar en un almacén de empaquetado y ese ambiente laboral en un mundo de adultos también te refuerza ese espíritu de justicia.
Usted comenzó muy temprano a movilizarse en el ámbito de la solidaridad y la justicia social.
Tuve la suerte de que cuando tenía 12 años me encontré con un grupo de personas que ya venían militando en ese entonces en la Hermandad Obrera de Acción Católica (Hoac), y ahí me incorporé con ellos y empecé a descubrir que era ciudadana del mundo. Que ya no era solo de La Majadilla y que, como dijo Martin Luther King: «La injusticia, en cualquier parte, es una amenaza a la justicia en todas partes». El significado de esa frase lo entendí desde muy jovencita y también supe que las luchas nunca son hasta que una se canse o se aburra, sino hasta la victoria. Sé que la frase «otro mundo es posible» es hecha, por eso siempre le añado que otro mundo es posible si lo hacemos entre todos y todas.
Hablando del mundo, ¿cómo lo ve usted actualmente?
No es necesario saber mucho de geopolítica para entender, por ejemplo, lo que ocurre con el pueblo palestino. Este genocidio televisado en directo es un ensayo de lo que pueden hacer en cualquier parte del mundo.
¿Cómo valora la irrupción de la ultraderecha en la sociedad, que incluso está atrayendo la atención de los jóvenes?
Mira, no sé en qué nos hemos equivocado. Quizás no se ha explicado bien o no hemos sabido trasladar a la juventud cómo fueron realmente los 40 años del franquismo. De explicar al resto de la gente cómo lo hemos vivido, cómo han sido conquistados los derechos que tenemos en nuestra sociedad, qué ha hecho que la gente crea que todo esto ha venido del cielo y no de una larga lucha social. Cuando una persona no ha sufrido en sus carnes algunas cosas y nadie se las ha hecho saber, lleva a creerse esos discursos que calan fácilmente, sobre todo a través de las redes sociales. Entonces hay muy poca capacidad crítica. Veo también que a la gente le cuesta mucho leer y que su televisión es más grande que su biblioteca. Tampoco podemos generalizar entre los jóvenes, aunque sí es verdad que se pone mucho el acento en ellos.
La migración es otro de los temas que la ultraderecha ha demonizado, asociándola a la delincuencia y a todo lo malo que pasa en la sociedad.
Los datos estadísticos no dicen eso, o sea, la mayoría de esos mensajes son bulos que vienen mayormente de la extrema derecha. Nosotros en Canarias nunca hemos tenido problemas de convivencia. Hemos compartido con diferentes culturas durante muchos años. Además, creo que la migración es necesaria. Esas personas vienen para que este país sea más próspero y que podamos tener un estado de bienestar. Esa gente llega renunciando a muchas cosas, y lo mismo hemos hecho nosotros cuando hemos ido a otros países, pero nos olvidamos demasiado rápido. Cuando íbamos a trabajar a El Aaiún, que muchos decían que no era migración porque se suponía que era una provincia española, pero a Venezuela, Cuba y ahora nuestros jóvenes a Europa. Siempre hemos sido un pueblo de migrantes. Migrar no es un delito, es un derecho.
Mira, no sé en qué nos hemos equivocado. Quizás no se ha explicado bien o no hemos sabido trasladar a la juventud cómo fueron realmente los 40 años del franquismo. De explicar al resto de la gente cómo lo hemos vivido, cómo han sido conquistados los derechos que tenemos en nuestra sociedad, qué ha hecho que la gente crea que todo esto ha venido del cielo y no de una larga lucha social. Cuando una persona no ha sufrido en sus carnes algunas cosas y nadie se las ha hecho saber, lleva a creerse esos discursos que calan fácilmente, sobre todo a través de las redes sociales. Entonces hay muy poca capacidad crítica. Veo también que a la gente le cuesta mucho leer y que su televisión es más grande que su biblioteca. Tampoco podemos generalizar entre los jóvenes, aunque sí es verdad que se pone mucho el acento en ellos.
La migración es otro de los temas que la ultraderecha ha demonizado, asociándola a la delincuencia y a todo lo malo que pasa en la sociedad.
Los datos estadísticos no dicen eso, o sea, la mayoría de esos mensajes son bulos que vienen mayormente de la extrema derecha. Nosotros en Canarias nunca hemos tenido problemas de convivencia. Hemos compartido con diferentes culturas durante muchos años. Además, creo que la migración es necesaria. Esas personas vienen para que este país sea más próspero y que podamos tener un estado de bienestar. Esa gente llega renunciando a muchas cosas, y lo mismo hemos hecho nosotros cuando hemos ido a otros países, pero nos olvidamos demasiado rápido. Cuando íbamos a trabajar a El Aaiún, que muchos decían que no era migración porque se suponía que era una provincia española, pero a Venezuela, Cuba y ahora nuestros jóvenes a Europa. Siempre hemos sido un pueblo de migrantes. Migrar no es un delito, es un derecho.

