Mayte Angulo hace un llamamiento para volver a humanizar la muerte en los hospitales una vez se van relajando las restricciones por la covid. ¿No cree que es hora de eliminar este inexplicable protocolo de que el paciente debe permanecer solo?, pregunta la pediatra del Materno
Mayte Angulo Moreno, pediatra del Complejo Hospitalario Universitario Insular-Materno Infantil (Chuimi), escribe una carta abierta a «quien corresponda, lo desconozco» sobre el duro trance de ser hospitalizado por padecer covid y el protocolo de permanecer solo ante la muerte, sin contacto con familiares a quienes se informa por teléfono. ¿No cree que es hora de eliminar este inexplicable protocolo?, pregunta.
«Hemos cumplido con las directrices, acertadas o no, que se nos han ido imponiendo. Medidas que, a estas alturas, ya han dejado constancia de su eficacia, o lo contrario. Con la mejora de las métodos preventivos, diagnósticos y terapéuticos hemos visto en los últimos meses cómo empezamos a convivir con el mal bicho, y se van relajando las restricciones.
Pero, como profesional sanitario, hay medidas que no concibo se sigan manteniendo, siendo mayor su perjuicio, que beneficio. Por eso escribo hoy, a quien, desconozco, le corresponda. Me explico. Cuando alguien pasa por el duro trance de ser hospitalizado por padecer covid, ha de permanecer solo. Días y días que se hacen eternos para el paciente y su familia. No entraré en cómo debe sentirse el paciente, su escasa energía la destinará a luchar por su vida, y la ausencia de compañía lo hará aún más difícil.
Centrémonos en el familiar que ha dejado anotado su teléfono. Imaginemos lo que tiene que ser cada mañana esperar la llamada de una voz, a la que no puede poner cara. Una voz que intenta transmitir información con la mayor empatía posible, dadas las circunstancias. Información que, alentadora o descorazonadora, no cambia en la vía de transmisión, las frías ondas telefónicas.
Así, día tras día, ansía noticias, mientras paradójicamente desea que no suene el teléfono a deshora, eso significaría lo peor. Porque es consciente que puede llegar ese momento, en el que esa voz le diga que ahora sí puede acudir al hospital. Que ahora toca despedirse. La familia entonces debate incrédula.
Deben elegir qué dos miembros son los más indicados, solo dos, lo marca el protocolo. Y creen que él, que siempre ha sido el fuerte, lo resistirá. Pero llega y no reconoce a quien añora desde hace días. Tiene mascarilla, ha perdido peso y está aparentemente dormido. Lo abraza, lo besa, mientras piensa que haría todo lo posible porque esto no estuviera ocurriendo.
Pero hay que cumplir órdenes y le invitan a salir, ya no hay más tiempo. Le volverán a llamar una última vez, cuando todo haya acabado. Llora, se queja, suplica y la respuesta no cambia, hay que cumplir el protocolo, aunque la amable enfermera reconozca que es despiadado. Y entonces te llama, cree que su amigo médico lo ayudará. Y no sabes qué explicación dar, tú tampoco lo entiendes. Porque alguien, que desconozco, nos obliga a deshumanizar nuestra atención.
Entonces te planteas, si es una medida cruel e incomprensible ¿Por qué se sigue manteniendo? ¿Qué perjuicio produce acompañar a un ser querido esas pocas horas que restan hasta su final? En el siglo XXI donde tanto se ha hablado de humanización en torno a la muerte, en aras de evitar duelos patológicos, esta forma de actuar echa al traste todo lo que se había avanzado. Y por eso hago esta súplica, a quien corresponda, que desconozco. ¿No cree que es hora de eliminar este inexplicable protocolo?. Para muchos familiares ya no hay consuelo, pero los próximos se lo agradecerán«.