jueves, 30 de septiembre de 2021

Día Internacional de concienciación sobre el Despilfarro de Alimentos en Las Palmas de GC

Con motivo del Día Internacional de concienciación sobre el Despilfarro de Alimentos, Stop Derroche de Las Palmas dedicó la tarde de ayer a ofrecer información al respecto a la población en la calle Trian

Rita y Yumi, del Patio de las Culturas ofrecieron canciones y temas solidarios además de mensajes de concienciación.

Yolanda Ortega nos deleitó con un cuento.

Y Juan Ramón nos recordó con su poesía a Tere y a Margarita declamando sobre la solidaridad como forma de vida

viernes, 17 de septiembre de 2021

La diabetes en Las Palmas de Gran Canaria como ejemplo de que el código postal influye más que el genético en la salud

Iván Suárez/El diario.es

Un aforismo extendido en el ámbito sanitario sentencia que el código postal influye más que el código genético en la salud. Un estudio sobre la diabetes mellitus en Las Palmas de Gran Canaria refuerza esta idea. A su autora, Ángela Gutiérrez, médica de familia en Atención Primaria desde 1994 y profesora asociada del departamento de Ciencias Médicas y Quirúrgicas de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), siempre le interesó el impacto de los condicionantes socioeconómicos y de los modelos y hábitos de vida en el nivel de salud de las poblaciones. Con el propósito de "ponerle cara" a esta realidad, cruzó datos "anonimizados y disociados" de las historias clínicas de todas las personas diagnosticadas con esta enfermedad en el municipio (demográficos, del uso de recursos públicos y de la evolución y resultados intermedios) con las estadísticas elaboradas por la Agencia Tributaria sobre la renta bruta media desglosada por código postal. Y encontró diferencias significativas.

La principal conclusión del estudio, publicado en la revista Diabetes Práctica, es que las personas que padecen esta patología y que residen en los barrios con menor nivel de renta acuden con mayor frecuencia a las consultas médicas y de enfermería y se someten a más pruebas de seguimiento de la situación clínica, pero presentan peores resultados en salud, un peor control metabólico (de la glucemia, lípidos...) que los pacientes de las zonas más ricas.


"Estos resultados podrían tener una relación con la mayor dificultad para modificar y/o adquirir estilos de vida más adecuados (dieta, ejercicio...) que mejoren la evolución de la enfermedad en los sectores de población con renta inferior debido a la existencia de barreras socioeconómicas", explica Gutiérrez, que añade que las personas con ingresos más bajos tienen una mayor tasa de sobrepeso u obesidad y hábitos de alimentación "menos correctos". La doctora remarca que la diabetes mellitus es una enfermedad crónica, "para toda la vida", que exige un "seguimiento adecuado" de las posibles complicaciones a corto, medio y largo plazo.

Para simplificar el análisis estadístico, el estudio clasificó los 19 códigos postales de Las Palmas de Gran Canaria en tres niveles de renta a partir del valor promedio: baja (un 58,77% de la población), media (un 26,78%) y alta (un 14,34%). Unos porcentajes prácticamente idénticos a la distribución que figura en un informe de la Consejería de Educación y Juventud del Cabildo sobre los hogares de la isla, elaborado con datos del Instituto Canario de Estadística (Istac).

A juicio de su autora, la mayor fortaleza del estudio es que incluye a todos los pacientes mayores de 14 años diagnosticados con diabetes mellitus en Las Palmas de Gran Canaria a fecha 30 de octubre de 2019, un total de 36.820 personas. No es un muestreo. Además, utiliza datos extraídos de una estadística inédita hasta 2017, la que registra la renta bruta media en los mayores municipios del país desagregadas por código postal. "Ello hace que existan pocas publicaciones" que relacionen la diabetes mellitus y el nivel socioeconómico de los pacientes a escala inframunicipal, destaca. Las Palmas de Gran Canaria es la sexta gran ciudad española con la mayor diferencia de renta entre el barrio más rico y el más pobre. Los vecinos de Ciudad Jardín, la zona más pudiente de la capital, perciben de media cerca de 54.000 euros al año. En el lado opuesto, el ingreso promedio en La Paterna ni siquiera alcanza los 20.000 euros.

La prevalencia de la diabetes mellitus en la capital grancanaria es del 11,41%, superior a la media de la isla (10,89%) y a la del conjunto de España, que es del 7,8% para los mayores de 18 años. El estudio no analiza el vínculo entre la renta y la prevalencia de la enfermedad en el municipio, al no disponer de información sobre la población en cada código postal, aunque el artículo alude a publicaciones anteriores que sugieren que "el nivel socioeconómico incide en las variaciones en la prevalencia" de la diabetes mellitus de tipo 2, que entre 1980 y 2014 experimentó un notable incremento en todo el mundo, del 4,7 al 8,5%. Este aumento fue más rápido en los países de ingresos medianos y bajos, añade la publicación.

Una de las variables clínicas analizadas en el estudio es la hemoglobina glicosilada, el nivel de glucosa en sangre de la población diabética. La diferencia en los registros acumulados en los doce meses anteriores es estadísticamente significativa. Los resultados en salud mejoran en los pacientes que residen en los barrios más ricos, que presentan de media valores más favorables (6,92%) que los que viven en las zonas más deprimidas (7,05%). En el grupo de rentas bajas también hay una mayor proporción de diabéticos con enfermedades cardiovasculares entre los menores de 70 años y es más frecuente el diagnóstico de patología renal crónica. Ángela Gutiérrez, autora del estudio. (CEDIDA)

En relación con los hábitos de vida, los resultados muestran una "tendencia significativa" a la disminución del índice de masa corporal a medida que se incrementa el nivel socioeconómico de los pacientes. "Las personas con diabetes mellitus con rentas más bajas fuman más, presentan una tasa de obesidad-sobrepreso mayor, hacen menos ejercicio y tienen hábitos alimentarios menos correctos que aquellos que cuentan con rentas más altas", explica su autora. La edad media de los pacientes con reducidos ingresos es menor: 65 frente a 67. El estudio no aprecia diferencias significativas por sexo. El 51,44% de las personas diagnosticadas con diabetes en la capital grancanaria son mujeres y el 48,56% son hombres.

La investigación contiene otros datos llamativos. Cerca del 60% de la carga asistencial de las personas con esta enfermedad la soportan los médicos de familia, a pesar de ser una patología "con una gran necesidad de cuidados de enfermería". Además, se da la circunstancia de que los pacientes mayores de 70 años presentan mejores niveles de control glucémicos que los menores, aunque a este grupo de edad se le indica un control "menos estricto".

Gutiérrez sostiene que la diabetes es una patología adecuada para estudiar las desigualdades en salud, las diferencias "sistemáticas y potencialmente evitables", debido a su alta prevalencia y a la mayor afectación de los colectivos más desfavorecidos socialmente. "Los resultados obtenidos en este estudio son concordantes con los de otros estudios que señalan que las personas con bajo nivel socioeconómico tienen mayor porcentaje de hábitos de vida poco saludables, con mayor obesidad, sedentarismo y tabaquismo". Para la médica de familia, es necesario profundizar en este aspecto e introducir una visión más social de la atención. "Hay que ser consciente de que el sistema sanitario no es el único responsable de proveer salud a los ciudadanos y que esta depende en buena medida de la inexistencia o, al menos, atenuación de las desigualdades. Y esa es una labor de los gobiernos y la sociedad", concluye.

sábado, 11 de septiembre de 2021

Antonio Berriel y el amor a la Iglesia esposa

Eugenio A. Rodríguez

El pasado jueves falleció Antonio. No tuve tiempo de escribir. Ni ganas. Ni fuerzas. Tras leer a Suso Vega me llega el aliento que siempre son los amigos. Porque de nadie hablaba Antonio como de Suso. Amistad, admiración y hasta brillo en los ojos.
(pinchar aquí para ver el escrito de Suso Vega)

Para mí la amistad con Antonio era un poco inexplicable, tenía algo de misterio. Éramos de ideas muy diferentes. Para mí era conservador, supereducado, muy del Vaticano II pero sin pasarse, de cero estridencias, de excesivo formalismo en la liturgia. Lo hablamos cientos de veces. Sus amigos bromeaban: “Te cambia la voz cuando celebras cualquier acto litúrgico”. El sonreía mientras hacía una mueca cómplice: “No puedo hacerlo de otra manera”

Y sin embargo gocé mucho de su amistad. Por eso, no siendo yo de sus amigos íntimos, por edad y trayectoria, creo que puedo afirmar que estos años gozamos de alguna manera de amistad. Compartíamos a fondo el deseo de evangelizar, de llegar a otros, también de no echar a nadie, de que todos crecieran. El que quisiera dar 100 que diera 100. El que quisiera dar uno que diera uno. Pastoral de oferta, de seducción, de promoción a la medida del amor del creyente.

Cuando pocos curas creían que la diócesis tuviera que tener institutos diocesanos él se planteaba alguna forma de presencia en el instituto que estaba en su parroquia, santa Isabel de Hungría y echaba mano de mí por ser más joven. Normalmente aceptaba mis propuestas con alegría. Antonio tenía un espíritu misionero, quizá tocado por aquella mentalidad de “conquista” procedente de los tiempos de Pío XII.

Cuando hice 25 años de cura elegí como “tema” del aniversario un texto de Rahner que Antonio regalaba a todos los padres que pedían el Bautismo para sus hijos. Le agradecí mucho que lo compartiera. Era un poco conocido comentario al encuentro de Jesús con la mujer adúltera en que comparaba a ésta con la Iglesia, acusada por los fariseos de todos los tiempos y cuyo final Antonio repetía enfáticamente de memoria: “¿Todos los acusadores se han ido? Y besándola en la frente le dijo: Pues tampoco yo te condeno, Iglesia mía, esposa santa”.   https://antigonahoy.blogspot.com/2013/02/iglesia-de-pecadores.html

A mí me parece que el trasfondo de muchas de sus expresiones era esta esponsalidad con la Iglesia. En un retiro el obispo Cases afirmó, aunque poniéndolo entre interrogantes, que de alguna manera también la pastoral tenía que tener eficacia y tener algunos criterios “empresariales”. En el diálogo Antonio aportó que debían quitarse los interrogantes, que sí, que había que ser más eficaz; creo que tras esa expresión había una profunda caridad pastoral. Cuando el Consejo económico de su parroquia le conminaba para que usara el garaje de la casa parroquial para su coche, él decía que no quería cargar a la parroquia con la tasa del vado. A mí esto me parecía una hermosa concreción de esa esponsalidad. Antonio dejó por la Iglesia muchas costumbres vinculadas a su origen social que no le parecían propias de un cura.

Antonio sabía tender puentes cotidianos. Lo vi muchas veces. Una vez le dije reiteradamente al obispo que una cosa que decía era “mentira”. En la hora del café se las arregló para ponernos juntos y sonriendo bromear: “Ustedes los peninsulares es que no saben sino guerrear… En Canarias hablamos de otra manera y no decimos la palabra mentira”. Lo más divertido fue que esa misma tarde el decía la misma palabra a unas cuantas a la puerta de los salones parroquiales, aunque sí que lo hizo de manera más suave. Años después nos seguíamos riendo de lo ocurrido.

No otra cosa que el amor a la Iglesia le llevó a aceptar el nombramiento (un “descenso” para muchos) por el que salió de una parroquia destacada en Las Palmas hacia el Sureste de la isla. Él había afirmado su disponibilidad y estaba dispuesto a ponerla en juego. El amor no quita que pueda ser duro y unos amigos le acompañamos en otro coche a su nueva casa donde compartimos sencilla y agradable cena. Al poco tiempo su entrega pastoral seguía siendo la de siempre.

La gran pasión intelectual de Antonio era la filología y con ella disfrutaba enormemente. Quería y practicaba una proclamación del evangelio con palabras entendibles para el pueblo. Muchas comidas de la residencia de Escaleritas, Antonio Parrilla y él hasta discutían cuando una de las palabras que se proponían eran más o menos majoreras o conejeras. Quizás muchos no sepan que también disfrutaba mucho con los textos del Nuevo Testamento en griego: “La palabra ‘teknon’ de ese texto se refiere realmente a un adolescente”, por ejemplo.

Otro gran tema de lectura para él era la profundización en la liturgia, centrado en el sentido y no tanto en las rúbricas aunque generalmente las respetaba. En su penúltima convalecencia disfrutó con Aldazabal y pidió que le encontráramos un clásico superagotado de Jungmann, El sacrificio de la Misa. Se lo regalaron en su parroquia de santa Teresita. Nos iba contando a todos sus descubrimientos con gran alegría.

Antonio sabía criticar y aceptaba ser criticado. No sé si eso es la “infancia espiritual” pero tengo la impresión de que sí. Bromeaba críticamente con cualquier comentario o hecho “progre” de sus amigos (y hasta de sí mismo en otras épocas) y a mí me hacia aterrizar continuamente (“Sí, todo eso está muy bien, pero ¿cómo va en tu parroquia?).

Me sorprendía la limpieza con que se dejaba criticar. Cuando se volvió a abrir santa Isabel hizo el elogio de todos los que habían colaborado y terminó con un “y finalmente a Dios…”. Sarito (casi una hermana para él) me dijo al acabar: “vaya cara de disgusto tenías”. Al día siguiente le dije si el monto de la deuda le obligaba a poner el último al primero; aceptó la crítica con total deportividad. Mi sorpresa fue mayúscula cuando en la reapertura de santa Teresita en la acción de gracias empezó diciendo: “Primero a Dios…”. Y es que Antonio sabía escuchar. Y escuchar a todos. También a alguien (como era mi caso) mucho más joven que él y no solo con menos curriculum pastoral sino mucho peor, porque la vida pastoral de Berriel ha sido objetivamente muy fecunda. Damos gracias a Dios por haber conocido a alguien que encarnó una enorme fecundidad precisamente porque fue una persona que sabía ESCUCHAR.

viernes, 10 de septiembre de 2021

FALLECIÓ ANTONIO BERRIEL SUÁREZ, SACERDOTE AMIGO

F
alleció mi compañero Antonio Berriel Suárez. No es un compañero más, qué va. Falleció el amigo Antonio Berriel, el buen Antonio Berriel.

Éramos niños cuando nos conocimos en el Seminario de Las Palmas. Él venía de Antigua (Fuerteventura) y yo de Ingenio. Pronto hicimos amistad. Siempre teníamos tema de conversación porque él era muy extrovertido. No teníamos secretos. Unía un tema con otro. Y siempre con múltiples chispas de humor. Nos reíamos mucho y por eso recibimos no pocas llamadas de atención. En clase andábamos siempre mandándonos papelitos, normalmente burlándonos del profesor de turno. La dureza del seminario se hacía así más llevadera.

Tengo que decir que fue un hombre muy inteligente y de una memoria excepcional. Lo recordaba todo: lo que había leído, lo que por su cuenta había investigado y los detalles y anécdotas que habíamos vivido conjuntamente. Tenía un amor inquebrantable a su pueblo y a su tierra majorera. Y al habla canaria. Durante un tiempo reescribía el evangelio de cada domingo con palabras del vocabulario usado en nuestras Islas. Todo lo que fuera lenguaje o geografía le apasionaba. Un hombre culto, interesado por la Historia y la política. Y mucho más interesado por las personas.

Como sacerdote, destacó por el conocimiento que tenía de sus feligreses. Alguna vez me llegó a decir que los conocía prácticamente a todos y por su propio nombre. Se preocupaba de cada uno, dialogaba mucho, visitaba a las familias y procuraba atenderlas en cuanto le era posible. Yo le envidiaba en eso como en otras muchas cosas.

La amistad entre los dos hizo posible que, en la casa de mis padres él fuera uno más. Cuando no podía ir para Fuerteventura, mi casa fue siempre su casa y mi familia su familia. Lo mismo me ocurría a mí cuando viajaba a Fuerteventura.

En los últimos años, se encariñó con cultivar un poquito de tierra en Antigua. La tierra, prácticamente no le daba nada, pero como él me decía: Me enseña a pensar cómo hay que cuidar a las personas: con delicadeza, cuidando los tiempos de cada uno y dedicando mucho tiempo y cariño. Como a las plantas. Así era.

Se extasiaba ante cualquier planta. Procuraba conocer su procedencia e intentaba darle más vida en su cachito cultivable de Antigua. Así hacía también con las personas. Se encariñaba con cada parroquia. Pasaba en ella todo el día. De ninguna quería marcharse. Porque quería a la gente y compartía su vida con ellos.

Una vez, aprovechando unos impresos con el membrete del Obispado, le escribí una carta falsificando la firma del obispo Ramón Echarren. Y en ella le decía que tendría que dejar Maspalomas y El Tablero para una nueva parroquia. Cuando la recibió, antes de ir al obispado, vino a contarme, todo triste, lo de la carta. Ni que decir tiene que ese día, cuando le conté la verdad, me dijo de todo. Pero al final lo celebramos.

Antonio fue un cristiano y un cura al cien por cien, dándolo todo. Por todas las personas. En cada parroquia ha quedado su marca: Buen humor, servicio desinteresado, reflexión, organización, hombre de oración y de estudio, preparaba concienzudamente las eucaristías. Fuerteventura, El Tablero, Fataga, Doctoral, Balos, Lomo Blanco, Escaleritas y Santa Teresita en la capital grancanaria son testigos de esta verdad.

Antonio, hoy todos rezamos por ti y recordamos tu bondad, tu fe, tu alegría, tu simpatía: tu vida que ha sido un regalo de Dios para todos. Sigues siendo mi compañero inseparable, mi mejor amigo, mi modelo de pastor. Y ahora, algo más, el encargado de hablarle de nosotros a Padre Dios e interceder por todos los que aquí, tristes, hemos quedado.
Gracias, Antonio, amigo y compañero.
Jesús Vega Mesa