Recordar es bueno, y recordar lo sembrado desde el corazón, mejor.
Jóvenes éramos y por los años 70-80 del siglo pasado, solo mirábamos el presente, preparando un futuro, sin olvidar el pasado.
Esa era la ilusión de Camilo y muchos otros, que desde las Instituciones y parroquias, buscábamos al estilo de San Juan Evangelista, “UN CIELO NUEVO Y UNA TIERRA NUEVA”.
Gracias, Camilo, pues así ganaste la partida.
Francisco González
Ex-párroco de San Juan Evangelista, Casa Pastores y Balos
1978-1993
Cuarenta y cinco años, ¡bien vividos! Esa fue tu gran partida. Te sentaste a la mesa, no con cuatro, ni con seis, al estilo de la zanga. Te sentaste a la mesa con infinidad de gente. A todos le diste cartas, a todos les diste triunfos. A muchos les diste la espadilla de tu ser solidario y jugaron sólo con ella; otros tenían la espadilla y la malilla de tu rapidez mental para mirar al futuro y se hicieron cómplices del mañana; unos cuantos recibieron el estuche, jugando seguros con la espada, la malilla y el basto de quien se siente fuerte con la verdad y la justicia, no con el poder y el dominio.
Camilo en esta gran mesa de la vida, comprendiste que en ella todos cabían. Y muchos no lo comprendieron. Pensaban que esta partida de zanga humana y solidaria, sólo la podían jugar los conocidos, los amigos, mis iguales, los cercanos, mi familia. Y no. Tú mandabas sólo, porque creías que con tus cartas sacabas el juego, y permitías que otros jugaran solos, pues confiabas que tenían las cartas suficientes para sacar el juego. Hiciste y dejaste hacer. Te enfadabas cuando no te venía juego, cuando las cosas no te salían como tú creías y te parecía que debías darle la vuelta a la silla para poder ganar. Eran las veces en que confiabas en ti mismo. Pero no. Tú te sobreponías, empleabas tu saber estar, tu saber mantener el tipo y las cartas en las manos. No siempre le toca a uno ganar. El otro también tiene derecho.
Camilo, amigo y joven alcalde, contaste con los triunfos pequeños. Sabías que las cartas pequeñas unidas a los triunfos del compañero, hacían ganar la partida. Siempre contaste con lo poco que dabas y lo poco que podías recibir de otros. Todos estaban jugando, no estabas sólo. Esto hizo que se extendiera tu saber jugar, aquí y allá. Todos los estamentos sociales, todas las instituciones, incluso los cristianos comprometidos, supieron que jugabas a una sola carta, la carta de la coherencia, la carta de la valentía, la carta de tu fe explícita y testimonial. Cuando todos en la mesa de la partida de la vida despotrican del nombre de Dios o no le nombran, o le ignoran, tú supiste poner en Él toda tu confianza. Él te empujaba a seguir jugando a pesar del mal juego que te venía, sobre todo, al final de tus días.
Y terminamos porque mi gente, mi familia me espera, decías. Tenías ganas de seguir jugando, pero te tiraba tu familia. Así que juntemos todas las piedras,… y el que gana, gana. Dedicabas, muy bien, tu tiempo, al compromiso político, y algún tirón de orejas te dio Chana o tus hijos, para que estuvieras más con ellos. Ellos siempre vieron en ti el esposo cariñoso, el padre ejemplar, el amigo que acompaña siempre.
Francisco González González
Párroco de Mogán cuando murió Camilo y hoy de San Fernando de Maspalomas