Las empaquetadoras cambiaron el olor de los libros por el del tomate siendo niñas y comenzaban cada día al alba para luego continuar con el trabajo de la casa y, con los años, darse cuenta que no eran una ayuda a la economía familiar, sino muchas veces el sostén, y que no habían sido dadas de alta. “Menos mal que al fin nos escuchan”, exclamaron muchas no sin nostalgia anoche en el Cabildo, donde recibieron un merecido homenaje que se extenderá a toda Gran Canaria.
Más de un centenar de estas luchadoras participaron en el acto en el que la asociación que las aúna presentó el proyecto que tiene por objetivo dar a conocer su historia dignificar su memoria y reconocer su aportación a la vida social y económica de Gran Canaria.